*Ya era hora que les presentara alguno de mis trabajos universitarios como solía hacer en mi blog anterior. En este caso me pusieron como condiciones tratar ciertos enfoques teóricos y ciertas lecturas de clase, no obstante creo que logré una vez más acomodar estos no sólo a mi teoría predilecta (y la central a este blog), sino a mi visión particular de las cosas ¿Qué piensan ustedes?
A lo largo de la literatura e
investigación en el área de las Relaciones Internacionales se habla del interés
nacional, particularmente dentro de la teoría del Realismo y sus varias
subdivisiones. Así a grandes rasgos, teóricos clásicos como Hans Morgenthau y
Raymond Aron hablan de la acumulación de poder o la supervivencia como el
interés nacional de los Estados, aspectos que retomaría Kenneth Waltz en su
postulación estructural del neo-realismo.
No obstante, estos términos pueden
ser vagos, y si bien pueden explicar qué es lo que hacen los Estados en el
sistema internacional, no nos dan buenos referentes de cómo lo hacen. Así por
ejemplo en pro de la supervivencia vemos la creación de alianzas entre ciertos
Estados específicos, como también acuerdos comerciales y/o diplomáticos,
mientras que en otros casos se recurre a la tensión, disuasión o hasta la
guerra. ¿Por qué con unos Estados deciden asociarse entre sí, mientras otros
luchan entre ellos para aumentar su poder y sobrevivir?
Se podría avanzar aún más esta
pregunta al notar que, por ejemplo, Estados Unidos avanza sus intereses en
nombre de la libertad y la democracia, Alemania y otros estados europeos en
nombre del bienestar civil, Irán basa sus acciones en la doctrina Islámica, y
Colombia cambia de política exterior con cada cambio presidencial. Es decir,
cada Estado parece presentar o ser percibido con cierto tipo de mejor identidad
cuando articula su interés nacional, haciendo que se pueda especificar de una
manera mejor que un simple concurso de supervivencia o acumulación de poder.
Por lo tanto, y teniendo en cuenta lo
expuesto anteriormente, me propongo argumentar en este trabajo que el interés
nacional de un Estado es construido por una identidad nacional, que a su vez
responde a la cultura política imperante y tiene una imagen sexuada. Para tal
fin me basaré en las teorías sobre cultura política, en la teoría feminista, y
en el constructivismo como teoría transversal.
Por un lado, los ejemplos de acción
esbozados y las distintas imágenes de algunos Estados que se presentaron en la
introducción de este documento, nos muestran que en el sistema internacional no
se dan respuestas homogéneas y predecibles, sino al contrario, que existen
diversas interpretaciones posibles ante una misma situación o escenario (Dessler
& Owen, 2005: 598). Por lo tanto, para poder comprender mejor uno a uno
estos casos, es necesario entender cómo se da la identidad de un Estado antes
de que éste interactúe con otros, es decir, ver cómo se presenta un Estado a sí
mismo.
De esta forma, según Alexander Wendt
(1992), lo único que le queda a los Estados para construir su identidad si se
les extrae de la interacción con otros Estados es: su aparato organizacional de
gobierno, y la preservación o supervivencia de este substrato (aunque no
siempre de manera agresiva) (402). De ahí la importancia de tomar en cuenta la
cultura política de un determinado Estado, por cuanto le es favorable a éste
que su sistema político sea congruente con la cultura política en su interior,
al estar en línea con el conocimiento político y el afecto de su población
(Almond & Verba, 1992: 185).
En ese orden de ideas, es posible que
podamos dilucidar los intereses nacionales de un Estado al establecer la
cultura política dentro de éste. Para tal fin, se hace necesario conocer el
componente histórico de cada Estado en particular, al darse ahí el proceso de
construcción paulatina de la cultura política (Heras, 2002: 189). En aras de
evidenciar esto, podemos observar algunos casos particulares, como los sugieren
Dessler & Owen (2005: 599), con los cuales podemos establecer la relación.
Un ejemplo bastante visible en la
actualidad, es el caso de Estados Unidos. Desde sus inicios, la potencia
norteamericana se ha mostrado como el bastión de la libertad y la democracia.
Precisamente, la proyección de los intereses nacionales estadounidenses ha
estado enmarcada desde un discurso de protección de “El Mundo Libre”, tanto en
la escogencia de sus principales aliados, como de sus principales enemigos.
Por lo tanto, vemos como uno de los
principales aliados de Estados Unidos es su otrora potencia colonial, el Reino
Unido (otra democracia), al igual que otros Estados con regímenes y culturas
políticas similares o congruentes. Esto refuerza la idea kantiana de que la paz
sólo se puede lograr entre Estados democráticos, a la que se adhieren
insistentemente teóricos internacionalistas liberales como Michael Doyle (1983),
y cuya versión más agresiva se identifica con la doctrina neoconservadora (Boot,
2004: 24).
Posiblemente, el fallo de Doyle y
otros liberales consiste en no identificar que el interés de los Estados
autoritarios es mantener su régimen tanto de amenazas internas como externas
(Clark, 2001:95), y por ello no exista tanta paz entre ellos como entre los
Estados democráticos. Es más, los Estados autoritarios pareciesen ser la
personificación extrema de una cultura política particular, que bien podría
catalogarse como parroquial de súbdito, ejemplificada por Almond & Verba
(1992: 187 – 188), donde se busca más una preservación cultural que una
proyección.
Ejemplos visibles y sonoros de la
relación entre este tipo de cultura política y los intereses nacionales podrían
ser los Estados africanos. Casos como Malí o Sudán, donde se da un secesionismo
y construcción de nuevos Estados basados en líneas tribales o religiosas, o
choques entre tribus como Ruanda que responden a un modelo parroquial (Almond
& Verba, 1992: 181). De hecho, un caso como el ruandés podría verse como el
intento de dos culturas en choque en la cual uno de los trofeos es el armazón
del Estado, y ambas tribus recibían apoyos de Estados donde gobernaban miembros
de algunas de las dos.
Así entonces, podemos ver como los
medios de supervivencia dentro del sistema internacional, como también los
intereses que en pro de esa supervivencia, están mediados por la cultura
específica de cada Estado, o de cada colectividad que aspira a ser un actor
internacional, como en los casos africanos. De ahí, que se den intereses en
pugna entre distintos Estados, sobre todo en los casos donde tengan culturas
incongruentes y/o incompatibles. En especial durante estos tiempos, donde
varias de las potencias buscan lograr el objetivo de la paz perpetua, pero sin
tener en cuenta la lentitud de los cambios culturales y por eso “los hombres no
pueden hacerse democráticos por decreto” (Heras, 2002: 189).
Por otro lado, también hay que mirar
los Estados hacia afuera y su interacción con los demás Estados, debido a que
la otra parte de la identidad de éstos, y por lo tanto de sus intereses, se da
a partir de la interacción (Wendt, 1992: 406). Lo llamativo con este tipo de
construcciones de identidad, es que podríamos identificar en determinados
discursos ciertas identidades sexuadas,
dependiendo de la conveniencia o necesidad del momento.
Así por un lado, en momentos
históricos donde los intereses nacionales han llevado a los Estados a
posiciones belicosas, o por lo menos a demostrar fortaleza, se utiliza un
discurso que representa al Estado como un ente con un fuerte componente
masculino. Es necesario aclarar en este instante, que con masculino hacemos
referencia a la imagen predominante occidental de una masculinidad viril y
violenta, la cual usa la violencia para reafirmarse (Blair & Londoño, 2003:
34).
Encontramos así, varios ejemplos
lingüísticos de esta representación, principalmente en Occidente, donde el
vínculo militar con el Estado tiene este tipo de componente masculino. Desde el
griego patris, palabra que viene de
“padre” y de la cual se desprende el latín patria
que da origen a esa palabra en varios de los idiomas romances, como también la
concepción germánica del Vaterland, Vaderland o Fädernesland (es curioso notar aquí como varios países
latinoamericanos se refieren a su antigua potencia colonial como “La Madre
Patria”).
Una revisión de algunos himnos
nacionales nos puede dar luces al respecto de este vínculo viril y guerrero,
como por ejemplo México: ¡Guerra, guerra
sin tregua al que intente De la patria manchar los blasones! ¡Guerra,
guerra! Los patrios pendones En las olas de sangre empapad. También
podríamos revisar entonces a unos de los Estados cuya antigua belicosidad aún
reverbera en nuestros días, ya que desde su época imperial hasta 1945, las
marchas militares alemanas hacen varios llamados a su Vaterland (National Socialist Military Marches, s.f.).
No obstante, la identidad del Estado
también puede ser femenina, y en estos casos las imágenes que se crean tienen
que ver con el aspecto maternal de este género. Específicamente se nota una
reproducción del mito de las “almas bellas”, en el cual las mujeres son
“víctimas de violencia mas no actoras de la misma” (Blair & Londoño, 2003:
41). Así bajo esta línea, la concepción femenina del Estado surge cuando este
necesita ser defendido de amenazas externas, o justificar su incursión contra
sus enemigos, ya que un “alma bella” es sólo una víctima inocente de los
aconteceres en el sistema internacional.
Así como el poeta inglés G.K. Chesterton
declaraba: “'My country,
right or wrong' is a thing no patriot would ever think of saying except in a
desperate case. It
is like saying 'My mother, drunk or sober.'” (Mother Country Quotes, s.f.) (‘Mi
país bien o mal’ es algo que ningún patriota consideraría decir excepto en un
caso desesperado. Es como decir ‘mi madre, borracha o sobria’), así mismo se ha
propagado la idea de que el Estado del que se es originario es un ser al que
debe protegérsele, así éste no sea perfecto.
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Imagen de la Madre Patria Rusa |
Más diciente aún es el hecho de que
en Rusia, país asolado por varias invasiones que sin embargo logra resistir,
sus habitantes se refieran a ella como Rodina,
palabra que proviene del verbo rodit (dar
a luz). En particular esta imagen fue explotada por el régimen soviético, cuya
manifestación más visible es la estatua del Llamado de la Madre Patria en
Volgogrado, la cual conmemora la batalla de Estalingrado. Por otra parte, una
imagen que muestran los Estados Unidos al resto del sistema internacional,
también es una estatua de figura femenina, en este caso la Estatua de la
Libertad.
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Estatua de la Libertad en Nueva York |
Precisamente estas imágenes refuerzan
el discurso de que las intenciones, y por lo tanto los intereses de dichos
Estados son pacíficas, al recurrir a la creencia de la benevolencia innata de
las mujeres y de su naturaleza ajena a la guerra (Blair & Londoño, 2003:
47) (esto a pesar de las posturas desafiantes de las estatuas mencionadas). Así
pueden justificar estos Estados -que a la vez son o han sido superpotencias-
sus acciones en el campo internacional, logrando hacer que sus oponentes sean
vistos como los ofensivos y contrarios a la paz.
En suma, hemos podido notar
brevemente en esta reseña que la forma, o las formas, en que los Estados llevan
a cabo su interés por sobrevivir, el principal interés según varios autores
realistas, varía de acuerdo a la cultura política de cada Estado y se presenta
bajo una imagen sexuada. Así por ejemplo, si un Estado responde a una cultura
política democrática –liberal o popular- es probable que intente expandir su
modelo de Estado bajo una figura femenina, mientras que uno autoritario buscará
evitar las interferencias externas desde una figura de virilidad; aunque esto
no necesariamente constituye una regla.
La intención aquí no es refutar los
principios del Realismo, sino complementarlos y darles más sustancia,
contribuyendo a la vez al diálogo entre racionalismo y constructivismo, que
adelantan autores como Sandra Borda y Samuel Barkin.
REFERENCIAS
Alexander Wendt. (1992). Anarchy is what states
make of it. Intenrational Organization, 46(2), 391 – 425.
David Dessler, & John Owen. (2005).
Constructivism and the Problem of Explanation: A Review Article. Perspectives on Politics, 3(3), 597 – 610.
E. Blair,
& L. Londoño. (2003). Mujeres en Tiempo de Guerra. Universidad de
Antioquia.
John F.
Clark. (2001). Realism, Neo-Realism and Africa’s International Relations in the
Post-Cold War Era. Africa’s Challenge to International Relations Theory
(1ra ed., pp. 85 – 102). Nueva York: Palgrave McMillan.
Leticia
Heras Gómez. (2002). Cultura Política: el estado del arte contemporáneo. Reflexión
Política, (8), 181 – 191.
Max Boot. (2004). Neocons. Foreign Policy,
(140), 20 – 28.
Mother Country Quotes. (s. f.). Recuperado a partir de http://thinkexist.com/quotes/with/keyword/mother_country/
Nationalist Socialist Military Marches.
(s. f.). Recuperado a partir de
http://www.nazi.org.uk/multimedia.htm
Siba N. Grovogui. (2001). Sovereignty in Africa:
Quasi-Statehood and Other Myths in International Theory. Africa’s Challenge
to International Relations Theory (1ra ed., pp. 29 – 45). Nueva York:
Palgrave McMillan.