La última vez que escribí sobre
Europa toqué el tema del reciente auge de los Partidos Extremo-Populistas (PEP),
y un tiempo antes había comentado acerca de cómo Hungría parece moverse cada
vez más hacia un régimen autoritario. Aunque todavía ningún PEP ha llegado al
poder a un estado europeo, dentro o fuera de la Unión, otro gobierno de Europa
Oriental ha causado alboroto en el Viejo Continente debido a sus giros
autoritarios: Rumania.
Lo curioso acá es el hecho que el
Primer Ministro Rumano Victor Ponta no hace parte de ningún PEP, ni siquiera
hace parte de un partido derechista como su homólogo húngaro Viktor Orban. De hecho,
Ponta es el jefe del Partido Social Demócrata, lo cual no le ha impedido
despedir al Presidente, dejar sin poder a la Corte Constitucional, y revocar
todo el parlamento, logrando causar manifestaciones de indignación a lo largo y
ancho de la UE. Llevándome a pensar que efectivamente se le debe dar crédito a
las teorías que afirman la poca asimilación del modelo democrático en los
países con poca tradición en dicho sistema, como es el caso de los antiguos
estados comunistas.
Así como lo aseguré en mis
artículos anteriores, es poco probable que los enclaves autoritarios europeos
hagan causa común, esto debido a las fuertes presiones en lo que hoy en día es
el parangón de los valores liberales. Antes de hablar de las presiones, para
probar mi punto quiero llamar la atención hacia un mensaje redactado por un
representante húngaro, donde hace lo más por demostrar los valores
liberal-democráticos de su país basándose en hechos recientes, a la vez que les
echa agua sucia a sus vecinos rumanos. Sin embargo, Hungría aún causa preocupaciones. Precisamente, tal parece que en este
caso las acusaciones similares sirven para que los acusados diverjan las
presiones mutuamente.
Y ya entrando en materia, me
perdonarán si soy muy insistente con esto: ¿pero dónde queda la soberanía?
El asunto parece resolverse y
caer por su propio peso. Las mencionadas presiones lograron que Ponta diera reversa a sus medidas, y además de eso, que enviara una serie de compromisos
que hicieran de Rumania un lugar más democrático, o por lo menos, acorde con
los parámetros de la UE. Aunque Hungría parece más resistente, es posible que
también le toque comprometer algunas de sus desviaciones autoritarias. Al igual
que los desvaríos económicos mediterráneos e irlandeses, que están llevando a
una intervención en las medidas económicas, los desvaríos políticos de los
orientales le dan a la UE el material necesario para consolidarse.
Por supuesto, ya se oyen voces de celebración, y no es para menos, el temor del autoritarismo no es algo sin
fundamento, y muchísimo menos en el Viejo Continente. Pero al mismo tiempo,
existe algo que frena la consolidación del bloque europeo, y es tener algo que
simbolice esa nueva soberanía en las diversas culturas políticas que integran
este bloque. La verdad, se trata de algo que se acusa en todo tipo de medios y
de textos, y es el hecho de que no existe un claro liderazgo político que
dirija todas estas operaciones. Tal parece que el modelo gerencial está empezando
a verse decimado.
Tal vez este tipo de eventos
hagan que finalmente los dirigentes europeos dejen de ser tan timoratos, y
pongan manos a la obra a su proyecto político. O tal vez también, tanto vaivén sin
conclusión definida haga que la UE fracase. Que esto sea bueno o malo depende
del criterio de cada persona, pero la suerte está echada y es muy probable que
suceda algo dentro del corto al mediano plazo. Lo que es claro acá es que la
periferia europea les está dando una oportunidad dorada a los países del centro
para consolidar aquello que se propusieron hace 60 años. Es precisamente en la
curación a tiempo de lunares y es en las crisis donde se conjugan los elementos
necesarios para cristalizar naciones. Si no, pregúntenle a Tucídides.
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