viernes, 4 de mayo de 2012

Europa extrema


El auge de la Unión Europea ha sido posiblemente el mayor símbolo del optimismo post-1991, donde se empezó a unificar el mundo y a materializar el concepto de la seguridad civil. De hecho, también se sintió superada toda la vieja historia de guerras entre las distintas organizaciones políticas europeas, y que efectivamente la economía desplazó a la política como la gran reguladora de las actividades humanas a gran escala (ilusión óptica cuyos efectos aún permean las acciones y análisis de este tipo).

Hoy en día, cuando la luna de miel parece terminada en el Viejo Continente, a causa de la economía ni más ni menos, varios de los reclamos que se oyen tienen que ver con el pedido de una mayor voluntad política por parte de los líderes de la UE. Por otra parte pero ligado a ello, también está el temor latente de la reaparición de viejos fantasmas que se creían superados, pero que cada vez cobran más visibilidad. Me refiero a la reaparición de grupos de derecha radical o extrema, o las acciones llevadas a cabo por individuos bajo estas tendencias, como el 18% que obtuvo el Front National con Marinne Le Pen en las pasadas elecciones francesas, o los crímenes perpetrados por Anders Breivik en Noruega.

Antes de meterme de lleno en los temas sobre política internacional, tenía el interés de dedicarme exclusivamente a la teoría política. Dentro de este campo, siempre me ha llamado mucho la atención el lado derecho del espectro político, gusto que para poderlo explicar me tocaría equipararlo con la afición que tienen ciertas personas por las películas de terror y gore. Además, esto me ha traído cierto plus frente a la mayoría de mis compañeros en este campo, ya que prefieren investigar los movimientos sociales de corte izquierdista y/o postmoderno. En este orden de ideas, me parece interesante hacerle un seguimiento a estos grupos, y los impactos que puedan tener en el sistema internacional.

En primer lugar, vale aclarar aquí que no se trata de un resurgimiento de lo que Duverger llamó partidos de masas, que aparecieron a principios del siglo pasado. Es verdad que algunos de estos nuevos partidos extremos muestran simpatías con el fascismo y el nazismo, o se declaran abiertamente neo-nazis o neo-fascistas (sobre todo en Europa Oriental), y sí existen algunos enclaves de este tipo que actúan como entes para-estatales. Pero por otro lado, aquellos que son  más influyentes y se encuentran en Estados clave, bien podría considerárseles una nueva extrema derecha, al haber acomodado su discurso a las nuevas realidades de la política actual (en parte para ganar más popularidad), y presentar algunas particularidades que los distancian de sus predecesores.

De hecho, en este documento que los clasificó como Partidos Extremo-Populistas, PEP (y en el cual he basado buena parte de mi investigación), se puede vislumbrar que una buena parte de ellos tiene un discurso liberal, o incluso neo-liberal, a pesar de las posiciones contrarias al multiculturalismo, y por ahí de paso, a la inmigración, por ello es una posición que yo calificaría como ‘Ultra-liberal’. Precisamente, el discurso contra el multiculturalismo se basa en que éste socava la tradición liberal -tanto social como económica- lograda por Europa, al admitir en su seno culturas contrarias a esta como el Islam o los Roma, como argumentan el Partido de la Libertad de Austria (FPÖ) o el Partido por la Libertad (PVV) en Países Bajos.

No obstante, como su categorización bien lo indica, el eje transversal de los PEP es su carácter populista, y vale aclarar en esta parte que el populismo no es en sí una ideología política sino una práctica política. Según la caracterización hecha por Alain Touraine, el populismo busca proteger una continuidad sociocultural de influencias extranjeras, posee un corte anti-elitista e incluso anti-intelectual, y además busca reactivar un pueblo definido por su esencia y el cual no es una clase sino una comunidad. Precisamente, los PEP han logrado captar el apoyo de sectores de clase media-bajo u obrera de sus respectivos países, quienes temen el colapso de la seguridad civil lograda en Europa tras las guerras. Bien podría pensarse aquí que el liberalismo de algunos de estos partidos no es más que una versión del liberalismo hegeliano -la libertad de la nación y no tanto la del individuo- con esteroides.

Y el rasgo distintivo del populismo de los PEP en cuanto a su anti-elitismo, es la presencia en todos ellos de un marcado euro-escepticismo. Varios de los gobiernos que conforman la UE han tenido que contar con el apoyo de los PEP para poder formar una coalición, y ahora que la solución acordada ha sido un paquete de medidas de austeridad, los PEP se han encargado de hacer colapsar sus respectivos gobiernos por el temor de perder los beneficios de sus votantes, siendo más notorio el caso neerlandés con el PVV.

Y es aquí donde veo yo la conexión con las Relaciones Internacionales. La creciente popularidad de los PEP dentro los Estados de la UE, puede hacer que esta organización internacional termine de colapsar, y en vez de que veamos un nuevo fenómeno en la forma del bloque, tengamos un retroceso a una estructura de Estados ni siquiera decimonónica sino westfaliana. Dudo mucho que se formen los PEP en bloque y aprovechen la infraestructura de la UE para revivir los demonios del siglo XX, debido a que estos partidos han mostrado un carácter más introspectivo y no expansivo como el de sus antecesores. No creo que suceda, o por lo menos no por el momento.

Por otra parte, pueda que Breivik haya sido un lobo solitario en sus acciones, y que varios líderes de los PEP lo hayan repudiado en los medios; pero no se puede descartar de forma tan simple los sentimientos e ideas que motivan este tipo de acciones. Si bien los PEP se mantienen dentro de la legalidad de sus respectivos Estados, el creciente descontento puede llevar a otras manifestaciones violentas y apoyos soterrados, que podrían lograr que la UE colapse no de forma institucional, sino de forma violenta.

Entre más cambian las cosas, más permanecen iguales. Si bien existen similitudes con eventos anteriores en la historia, es necesario también identificar la adaptación de estos fenómenos a las circunstancias actuales. Si bien soy de los que afirma la noción de un regreso al mundo multipolar anterior a la Guerra Fría, tampoco se puede decir que volvamos con las antiguas características, y hay que estar pendiente de las nuevas tendencias que surgen. Así, una vez más Europa nos mostrará si crea una nueva forma de Unidad Política Máxima, o veremos la versión 2.0 de una forma antigua.

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