El auge de la Unión Europea ha
sido posiblemente el mayor símbolo del optimismo post-1991, donde se empezó a unificar
el mundo y a materializar el concepto de la seguridad civil. De hecho, también
se sintió superada toda la vieja historia de guerras entre las distintas
organizaciones políticas europeas, y que efectivamente la economía desplazó a
la política como la gran reguladora de las actividades humanas a gran escala (ilusión
óptica cuyos efectos aún permean las acciones y análisis de este tipo).
Hoy en día, cuando la luna de
miel parece terminada en el Viejo Continente, a causa de la economía ni más ni
menos, varios de los reclamos que se oyen tienen que ver con el pedido de una
mayor voluntad política por parte de los líderes de la UE. Por otra parte pero
ligado a ello, también está el temor latente de la reaparición de viejos fantasmas que se creían superados, pero que cada vez cobran más visibilidad. Me
refiero a la reaparición de grupos de derecha radical o extrema, o las acciones
llevadas a cabo por individuos bajo estas tendencias, como el 18% que obtuvo el
Front National con Marinne Le Pen en las pasadas elecciones francesas, o los crímenes
perpetrados por Anders Breivik en Noruega.
Antes de meterme de lleno en los
temas sobre política internacional, tenía el interés de dedicarme exclusivamente
a la teoría política. Dentro de este campo, siempre me ha llamado mucho la
atención el lado derecho del espectro político, gusto que para poderlo explicar
me tocaría equipararlo con la afición que tienen ciertas personas por las
películas de terror y gore. Además, esto me ha traído cierto plus frente a la
mayoría de mis compañeros en este campo, ya que prefieren investigar los movimientos
sociales de corte izquierdista y/o postmoderno. En este orden de ideas, me
parece interesante hacerle un seguimiento a estos grupos, y los impactos que
puedan tener en el sistema internacional.
En primer lugar, vale aclarar
aquí que no se trata de un resurgimiento de lo que Duverger llamó partidos de
masas, que aparecieron a principios del siglo pasado. Es verdad que algunos de
estos nuevos partidos extremos muestran simpatías con el fascismo y el nazismo,
o se declaran abiertamente neo-nazis o neo-fascistas (sobre todo en Europa Oriental), y sí existen algunos
enclaves de este tipo que actúan como entes para-estatales. Pero por otro lado,
aquellos que son más influyentes y se
encuentran en Estados clave, bien podría considerárseles una nueva extrema derecha, al haber acomodado su discurso a las nuevas realidades de la política
actual (en parte para ganar más popularidad), y presentar algunas
particularidades que los distancian de sus predecesores.
De hecho, en este documento que
los clasificó como Partidos Extremo-Populistas, PEP (y en el cual he basado
buena parte de mi investigación), se puede vislumbrar que una buena parte de
ellos tiene un discurso liberal, o incluso neo-liberal, a pesar de las
posiciones contrarias al multiculturalismo, y por ahí de paso, a la inmigración,
por ello es una posición que yo calificaría como ‘Ultra-liberal’. Precisamente,
el discurso contra el multiculturalismo se basa en que éste socava la tradición
liberal -tanto social como económica- lograda por Europa, al admitir en su seno
culturas contrarias a esta como el Islam o los Roma, como argumentan el Partido de la Libertad de Austria (FPÖ) o el Partido por la Libertad (PVV) en Países
Bajos.
No obstante, como su
categorización bien lo indica, el eje transversal de los PEP es su carácter
populista, y vale aclarar en esta parte que el populismo no es en sí una
ideología política sino una práctica política. Según la caracterización hecha
por Alain Touraine, el populismo busca proteger una continuidad sociocultural
de influencias extranjeras, posee un corte anti-elitista e incluso
anti-intelectual, y además busca reactivar un pueblo definido por su esencia y
el cual no es una clase sino una comunidad. Precisamente, los PEP han logrado
captar el apoyo de sectores de clase media-bajo u obrera de sus respectivos
países, quienes temen el colapso de la seguridad civil lograda en Europa tras
las guerras. Bien podría pensarse aquí que el liberalismo de algunos de estos
partidos no es más que una versión del liberalismo hegeliano -la libertad de la
nación y no tanto la del individuo- con esteroides.
Y el rasgo distintivo del
populismo de los PEP en cuanto a su anti-elitismo, es la presencia en todos
ellos de un marcado euro-escepticismo. Varios de los gobiernos que conforman la
UE han tenido que contar con el apoyo de los PEP para poder formar una
coalición, y ahora que la solución acordada ha sido un paquete de medidas de
austeridad, los PEP se han encargado de hacer colapsar sus respectivos
gobiernos por el temor de perder los beneficios de sus votantes, siendo más
notorio el caso neerlandés con el PVV.
Y es aquí donde veo yo la
conexión con las Relaciones Internacionales. La creciente popularidad de los
PEP dentro los Estados de la UE, puede hacer que esta organización
internacional termine de colapsar, y en vez de que veamos un nuevo fenómeno en
la forma del bloque, tengamos un retroceso a una estructura de Estados ni
siquiera decimonónica sino westfaliana. Dudo mucho que se formen los PEP en
bloque y aprovechen la infraestructura de la UE para revivir los demonios del
siglo XX, debido a que estos partidos han mostrado un carácter más introspectivo
y no expansivo como el de sus antecesores. No creo que suceda, o por lo menos
no por el momento.
Por otra parte, pueda que Breivik
haya sido un lobo solitario en sus acciones, y que varios líderes de los PEP lo
hayan repudiado en los medios; pero no se puede descartar de forma tan simple
los sentimientos e ideas que motivan este tipo de acciones. Si bien los PEP se
mantienen dentro de la legalidad de sus respectivos Estados, el creciente
descontento puede llevar a otras manifestaciones violentas y apoyos soterrados,
que podrían lograr que la UE colapse no de forma institucional, sino de forma
violenta.
Entre más cambian las cosas, más
permanecen iguales. Si bien existen similitudes con eventos anteriores en la
historia, es necesario también identificar la adaptación de estos fenómenos a
las circunstancias actuales. Si bien soy de los que afirma la noción de un
regreso al mundo multipolar anterior a la Guerra Fría, tampoco se puede decir
que volvamos con las antiguas características, y hay que estar pendiente de las
nuevas tendencias que surgen. Así, una vez más Europa nos mostrará si crea una
nueva forma de Unidad Política Máxima, o veremos la versión 2.0 de una forma
antigua.
No hay comentarios:
Publicar un comentario