La verdad sea dicha, a África la
podrán llamar el Continente Negro o el Continente Olvidado, pero cada vez que
uno se acerca a ella lo que percibe es un ruido blanco que aturde a más de uno.
Empezando porque el proceso de descolonización ha sido un proceso bastante
complejo, en especial por el hecho de que las divisiones coloniales que
actualmente son las fronteras de los estados africanos, no tuvieron en cuenta
las divisiones tribales existentes. Peor aún, varias de estas tribus son
nómadas o no tienen una territorialidad definida, lo cual hace que cualquier
choque inter-tribal sacuda a buena parte de la región, pero no sea claro dónde.
Fuera de eso, mucha de la
literatura que se acerca al tema suele tener un enfoque “crítico”, que si bien
se encuentran piezas claves que explican los fenómenos africanos, muchos caen
en el activismo irredento y en lo panfletario. No obstante, concuerdo en que
muchas de las teorías y paradigmas occidentales no retratan bien del todo los
temas de este continente. Pero leyendo un libro que aborda precisamente el reto que impone África sobre la teoría convencional, encontré que si nos vamos a
lineamientos más generales, y en particular sus influencias clásicas y/o no
occidentales, podremos explicar mejor ciertos aspectos en estos casos.
Por su puesto, si me voy por el
realismo más refinado y estatocéntrico no voy a lograr mucho con un continente
que en su mayoría está conformado por estados hechos a las malas, cuasi-estados
y estados fallidos. Acá hay que tomar en cuenta el concepto de las Unidades
Políticas Máximas, que son el verdadero objeto de estudio de la política
internacional -no siempre han sido los estados- y ver cuáles son efectivamente
las que juegan en África. Así mismo, podemos ver que estas Unidades también se
encuentran en una lucha de intereses, ejemplificando la anarquía internacional
de este continente de la forma más cruenta.
Tomando una vez más como
referencia al libro aludido, al parecer una constante que existe en los estados
africanos, o más bien, de sus gobernantes, es mantener el régimen en que se
encuentran, sea este democrático, autoritario o híbrido, a como dé lugar. Y cuatro
suelen ser las amenazas a estos regímenes: grupos disidentes, las mismas
fuerzas militares, otros estados africanos o potencias externas. Y recientemente,
ningún estado africano ejemplifica esto mejor que Malí (sí, los mismos a los
que les ganamos en el mundial sub-20), cuyo presidente, Amadou Toumani Touré,
fue depuesto por golpistas militares el 22 de marzo pasado con una toma de la
capital, Bamako.
El Presidente Touré quien también
depuso a un mandatario maliense hace 20 años, es querido dentro y fuera de su país porque en aquella ocasión no tomó el poder sino que llamó a elecciones
democráticas, terminó su servicio militar, y años después ganó la presidencia
por vías democráticas. La razón de este golpe perpetrado por mandos medios del
ejército es el percibido debilitamiento de esta institución frente a los
ataques del Mouvement National pour la Libération de l’Azawad (MNLA), grupo separatista de la etnia tuareg
que busca su propio estado, Azawad, en la parte norte de Malí.
Curiosamente, el resultado de esta toma fue por el contrario un
fortalecimiento de los avances del MNLA al enfrentarse ahora a un ejército
dividido, y estar ahora fortalecido por las armas conseguidas gracias a la
caída de Qaddafi en Libia. Además de esta amenaza, se teme la colaboración de
grupos islámicos radicales en la zona como el Boko Haram de Nigeria, pero en
particular del AQIM, el brazo de al-Qaeda en esa región de África. Claro está
que de existir una alianza entre el MNLA y el AQIM, ésta sería espuria debido a
los intereses en conflicto de ambos grupos, ya que uno busca una separación
territorial y el otro una expansión regional fundamentalista, lo que puede
llevar a un choque entre ambos grupos, contribuyendo así con el caos.
Otros intereses que acá deben tenerse en cuenta son los de los
candidatos a la presidencia maliense, cuyas elecciones estaban programadas para
el 29 del presente mes. En particular llama la atención la posición del
candidato Oumar Mariko, quien ha mostrado total apoyo al golpe realizado por
los militares, justificándose en el existente descontento de los malienses con
la actual presidencia, pero no está de más considerar que puede aprovechar esta
oportunidad para hacerse con el poder sin necesidad de elecciones.
Sin embargo, no se debe descartar el descontento de los malienses frente a la instituciones occidentales que en teoría los hacían ejemplo en la
región, debido a que la democracia es entendida como el solo hecho de ir a una
urna a votar, y ciertas políticas de privatizaciones han dado resultados
adversos en un país que tiene “temporadas de hambre” (¿qué pasó con la
universalidad de estos valores?). Precisamente es por estas fallas que hoy
salió a la prensa un comunicado de la junta militar manifestando que se le hará
un juicio a Touré por traición, lo cual bien puede ser interpretado como un
intento de los golpistas de legitimarse frente a sus ciudadanos.
Esto es tan solo una muestra de las luchas de poder en África, y como
pueden ver pueden tornarse bastante confusas incluso para aquellos que las
viven día a día, y no son exclusivas de un país en particular sino que cada
tanto aparece una nueva inestabilidad en la región. Es esta confusión la que
causa el ruido que hace que los foráneos no podamos percibir bien lo que pasa
allá, y por lo tanto debamos probar la flexibilidad de nuestras propias teorías
para medianamente entender lo que allá pasa. No se trata sólo de banderas sino
también de otros tipos de monopolio de la fuerza. Espero todo haya quedado más
claro ¿verdad?
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