Un debate sonado en el campo de
la geopolítica es el de poder terrestre versus poder naval, y se contempla esta
rivalidad desde la Guerra del Peloponeso hasta la Guerra Fría. Los primeros
alegan que aquel que controle el corazón euroasiático tiene un buen chance de
controlar el resto del planeta, al tener la mayoría del terreno habitable, y
que toda conquista no se logra a menos que se haga por medio de fuerzas
terrestres. Por otro lado, los segundos argumentan que quien controla los
mares, controla el acceso a todos los rincones del planeta.
Dada la predominancia anglosajona
–algunos hablan de hegemonía- la partida parecen irla ganando los adherentes
del campo naval. Hoy en día, que se hace más claro el cambio de eje desde el
Atlántico al Pacífico, es claro que la capacidad marítima va a ser clave para
definir el juego de poder actual y futuro. Y aunque no parezca, todas esas
islas casi invisibles en medio del mayor de los océanos pueden ser clave en el
desarrollo de esta pugna, así sea sólo porque serán las piezas, o mejor, las
casillas con las que se establecerán las nuevas zonas de influencia durante los
próximos años.
Es consecuente pensar que al ser
todavía varias de estas islas colonias, o por lo menos tener el Union Jack en
su bandera, y algunas es probable que desaparezcan a causa del deshielo polar,
que ya los dados están echados. No obstante, en las publicaciones anteriores
sobre este tema he mencionado como otras potencias le apuestan a ser los nuevos
donantes que mantengan andando los precarios Estados pacíficos. Fuera de eso,
el discurso de la autonomía de los pueblos puede ser contraproducente para las
potencias actuales, al poder llevar a una independencia de las colonias
restantes bajo el auspicio vedado de las potencias entrantes (aunque concedido
esa táctica es vieja y poco usada ya).
Así mismo, la ruptura del “Método
Pacífico” está dejando a la deriva a todos estos pequeños países, en particular
debido a que Australia se encuentra reacomodando sus intereses. En primer
lugar, a pesar de no querérsele hacer mucha bulla, en cada momento surge el
debate si la “Tierra de Bien Abajo” debe continuar siendo una democracia
parlamentaria con la Corona Británica como Jefe de Estado, o convertirse en una
república [1]. El terminar de cortar el cordón umbilical con su tierra madre
bien podría darle un sentimiento de mayor vuelo y toma de decisiones en lo
político, así goce de total autonomía desde hace poco más de cien años. Porque
también es de notar el hecho de que Australia cada vez más se presenta como un
país asiático (hasta en la FIFA), probablemente buscando ser un actor clave en
la nueva agenda.
Por eso mismo, y en segundo
lugar, también parece que Australia busca cortar la dependencia militar, o por
lo menos replantearla. Aprovechando su condición insular, la cual ha ayudado a
que no haya tenido mayores acercamientos militares salvo unos aviones japoneses
durante 2GM, Australia ha decidido bajar su presupuesto militar justo cuando se
dan recortes del mismo tipo dentro de su máximo protector: Estados Unidos. Por
supuesto, esto ya ha causado cierta preocupación entre algunos entendidos,
aunque otros ven que con las crecientes alianzas en Asia Oriental, este enclave
occidental podría tener cierta flexibilidad para aprovecharlas, y así
permanecer dentro de la esfera de China, uno de sus principales socios en la
actualidad.
Por lo tanto, si la que era la
principal protectora se desentiende de los pequeños ¿por qué estos no van a
buscar su propia supervivencia por su cuenta? Dada la precariedad de su
situación, incluso ante las adversidades naturales, podrán literalmente
venderse al mejor postor, y quizás se hable de formar un solo bloque, pero el
andamiaje es muy débil para tal opción. Y por supuesto aquí es donde entra en
juego el debate mencionado al inicio de este artículo, porque si bien con el
poderío naval se gana el acceso ¿dónde se da el abastecimiento de dicho
poderío? Precisamente, en estas islas y de ahí su importancia.
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