martes, 17 de julio de 2012

Batalla naval


Un debate sonado en el campo de la geopolítica es el de poder terrestre versus poder naval, y se contempla esta rivalidad desde la Guerra del Peloponeso hasta la Guerra Fría. Los primeros alegan que aquel que controle el corazón euroasiático tiene un buen chance de controlar el resto del planeta, al tener la mayoría del terreno habitable, y que toda conquista no se logra a menos que se haga por medio de fuerzas terrestres. Por otro lado, los segundos argumentan que quien controla los mares, controla el acceso a todos los rincones del planeta.

Dada la predominancia anglosajona –algunos hablan de hegemonía- la partida parecen irla ganando los adherentes del campo naval. Hoy en día, que se hace más claro el cambio de eje desde el Atlántico al Pacífico, es claro que la capacidad marítima va a ser clave para definir el juego de poder actual y futuro. Y aunque no parezca, todas esas islas casi invisibles en medio del mayor de los océanos pueden ser clave en el desarrollo de esta pugna, así sea sólo porque serán las piezas, o mejor, las casillas con las que se establecerán las nuevas zonas de influencia durante los próximos años.

Es consecuente pensar que al ser todavía varias de estas islas colonias, o por lo menos tener el Union Jack en su bandera, y algunas es probable que desaparezcan a causa del deshielo polar, que ya los dados están echados. No obstante, en las publicaciones anteriores sobre este tema he mencionado como otras potencias le apuestan a ser los nuevos donantes que mantengan andando los precarios Estados pacíficos. Fuera de eso, el discurso de la autonomía de los pueblos puede ser contraproducente para las potencias actuales, al poder llevar a una independencia de las colonias restantes bajo el auspicio vedado de las potencias entrantes (aunque concedido esa táctica es vieja y poco usada ya).

Así mismo, la ruptura del “Método Pacífico” está dejando a la deriva a todos estos pequeños países, en particular debido a que Australia se encuentra reacomodando sus intereses. En primer lugar, a pesar de no querérsele hacer mucha bulla, en cada momento surge el debate si la “Tierra de Bien Abajo” debe continuar siendo una democracia parlamentaria con la Corona Británica como Jefe de Estado, o convertirse en una república [1]. El terminar de cortar el cordón umbilical con su tierra madre bien podría darle un sentimiento de mayor vuelo y toma de decisiones en lo político, así goce de total autonomía desde hace poco más de cien años. Porque también es de notar el hecho de que Australia cada vez más se presenta como un país asiático (hasta en la FIFA), probablemente buscando ser un actor clave en la nueva agenda.

Por eso mismo, y en segundo lugar, también parece que Australia busca cortar la dependencia militar, o por lo menos replantearla. Aprovechando su condición insular, la cual ha ayudado a que no haya tenido mayores acercamientos militares salvo unos aviones japoneses durante 2GM, Australia ha decidido bajar su presupuesto militar justo cuando se dan recortes del mismo tipo dentro de su máximo protector: Estados Unidos. Por supuesto, esto ya ha causado cierta preocupación entre algunos entendidos, aunque otros ven que con las crecientes alianzas en Asia Oriental, este enclave occidental podría tener cierta flexibilidad para aprovecharlas, y así permanecer dentro de la esfera de China, uno de sus principales socios en la actualidad.

Por lo tanto, si la que era la principal protectora se desentiende de los pequeños ¿por qué estos no van a buscar su propia supervivencia por su cuenta? Dada la precariedad de su situación, incluso ante las adversidades naturales, podrán literalmente venderse al mejor postor, y quizás se hable de formar un solo bloque, pero el andamiaje es muy débil para tal opción. Y por supuesto aquí es donde entra en juego el debate mencionado al inicio de este artículo, porque si bien con el poderío naval se gana el acceso ¿dónde se da el abastecimiento de dicho poderío? Precisamente, en estas islas y de ahí su importancia.

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