Observando someramente los
artículos que he escrito desde que inicié este blog, en varios mantengo mi
posición de que en este momento de la historia estamos en medio de un caos
transicional de un mundo bipolar a uno multipolar (¿posiblemente hexapolar?).
Sin embargo, hay un actor que aparece en la gran mayoría de artículos, y éste
por supuesto es Estados Unidos, lo que daría entender implícitamente que sí
estamos en un mundo unipolar. Perogrulladas, como todo lo que se nos presenta
últimamente, la hegemonía estadounidense no deja de ser cierto espejismo.
Además del consabido poderío
militar y económico, hay que tener en cuenta otros factores que hacen que EEUU
se distinga de los demás actores del sistema internacional. Empezando por su
propia historia, duélale al que le duela, Estados Unidos fue el primer Estado
moderno basado en el imperio de las leyes y no de una dinastía. El hecho de
diseñar un sistema político donde ningún poder pueda sobrepasar al otro,
incluso el poder popular sobre los demás, fue un aire refrescante en una era de
guerras dinásticas. En vez de ser una nación étnica creada por una religión o
una lengua particular, se trataba de una nación cívica basada en las
instituciones.
Por supuesto, de solas ideas y
buen diseño no se logra ser una potencia mundial, además dichas ideas tenían un
sustento en la realidad. A diferencia de la parte sur del continente,
Norteamérica tenía una sensación de estar desocupada, y también ayudó que las
poco numerosas tribus indígenas fueran casi aniquiladas, lo cual reforzaba ese
romanticismo de un “nuevo inicio”. Además de eso, una vez reconocida la
independencia estadounidense, estando Europa ocupada en sus múltiples guerras
en su propio territorio, Estados Unidos fue virtualmente una isla apartada y de
ahí su sentido de “excepcionalismo”. Claro que el excepcionalismo fue cruzando
el atlántico, precisamente la emergente potencia aprovechó dichas guerras para
asegurar su territorio en el continente (la compra de Luisiana, la guerra con
México y la guerra hispano-americana).
El giro durante el siglo XX se
debe a que el factor principal que protegía el aislacionismo gringo llegó a su
declive: el Imperio Británico. Era el control que ejercía la Royal Navy sobre
los océanos lo que mantenía la condición de isla virtual, pero éste se vio
desafiado por el ingreso de Alemania al club de las potencias. Si bien la realpolitik de Theodore Roosevelt
advirtió sobre este peligro, primó el idealismo propio de la experiencia
personal a larga. Con esto quiero decir: al haber tenido con un éxito un modelo
democrático, y en apariencia pacífico, se llegó a la suposición de que si se
exportaba tal modelo se llegaría a un mundo en paz. De ahí, que incluso hoy en
día se hagan esfuerzos extremos, hasta bélicos, por adaptar de cierta forma
este sistema sin tener muy en cuenta las condiciones de dónde se va a adaptar.
Hoy en día, gracias a su triunfo
en las dos guerras mundiales, Estados Unidos pudo mantener su condición de “isla”,
y mantener en cierto modo su condición de estado excepcional, pero ahora esto
juega en su contra. Porque a pesar de lo discursivo, Estados Unidos como nación
adolece de lo que otras naciones adolecen, y esto es, de la necesidad de un
enemigo para fortalecerse. Antes eran los alemanes, los nazis, y en su época
dorada los comunistas ¿pero que les queda ahora? Es muy difícil movilizar a la
gente en un ataque contra algo tan intangible o espurio como el terror, así uno
de sus grandes líderes haya dicho “sólo debemos temerle al miedo”.
A pesar de haber pasado ya por su
época dorada, EEUU es todavía hoy la mayor potencia militar y económica del
planeta, y he ahí parte de su aislacionismo actual. No tiene contra quién medir
fuerzas, otras posibles potencias prefieren establecer un liderazgo regional y
no mundial, incluso dentro del continente que estableció como esfera de
influencia, como lo hace ahora Brasil por ejemplo. El discurso de la libertad y
la democracia se percibe ya como algo condescendiente, y vemos como por quizás
sacárselos de encima, la mayoría de Estados se declaran oficialmente como democracias,
aunque sus prácticas sigan siendo autoritarias y las elecciones sean una mera
formalidad.
Exactamente ahí es donde puede
estar la amenaza para EEUU, no tanto de afuera sino desde adentro. Las instituciones
que alguna vez fueron la base de la identidad estadounidense como nación
parecen irse minando lentamente, haciendo que inclusive sus mismos pobladores
ya no les tengan tanta fe. Y lo que en otro momento fuese fuente de su
fortaleza, el crisol multicultural, puede ser ahora otro factor en un posible
colapso interno. Como bien señalan autores como Zbigniew Brzezinski, o de forma
más escandalosa Samuel Huntington, hoy en día la filiación se da más hacia unas
raíces étnicas (reales o imaginarias) que hacía una idea per se, además que los
migrantes actuales no rompen el cordón umbilical con su tierra madre como si
sucedía antes. En este caso podría pensarse en aplicar un dicho gringo: blood is thicker than water.
Con esto dicho tendríamos dos
escenarios posibles para el futuro de Estados Unidos. El primero es que debido
a su sobre-expansión termine fragmentándose en unidades políticas más pequeñas,
tal como le sucedió al Imperio Romano en su momento (aquí sería considerar si
al igual que este su espíritu se mantenga flotando en dichas unidades más
pequeñas). El segundo escenario depende más de lo que suceda en el sistema
internacional: si efectivamente se consolida el Bloque como unidad política
máxima (caso Europa), EEUU tendrá que replegarse un poco y mostrarse más como
el Bloque que contiene a todos los grupúsculos en su interior, pero dejando a
un lado varios de sus históricos delirios. Pero difícil ver cómo podría mantenerse
así una nación fundada en la filosofía y no tanto en la historia, aunque este escenario
se ve plausible si se tiene en cuenta el sistema federal que siempre lo ha
gobernado.
A fin de cuentas, si algo tienen
de ciertos los mitos sobre la globalización es que el campo internacional cada
vez más se asemeja a un sistema, ya que algo que afecte a una de sus partes
resuena en las demás. Yo no anticipo un colapso rápido como algunos soñadores vaticinan
con cierto entusiasmo -creo que no consideran que el vacío de poder que quedaría
igual sería ocupado por otro ente-, más bien hago esta reflexión pensando en
lapsos prolongados de tiempo. No se puede esperar que un actor que ha marcado
tanta agenda simplemente desaparezca, más aún teniendo en cuenta que hasta la
fecha ha sido el más poderoso en la historia. Como dijo un autor cuyo nombre
lastimosamente ahora no recuerdo: “Los Estados Unidos siempre serán, los
Estados Unidos”.
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