martes, 20 de diciembre de 2011

Corea del Norte III

Durante 1994, mientras Occidente aún se abrazaba y festejaba la reunificación alemana y el fin de la Guerra Fría, Corea del Norte lloraba la muerte del Líder Supremo Kim Il-sung y recibía a su hijo Kim Jong-il como su Líder Querido, prolongado aquello que en Europa se daba por terminado. Mientras en el resto del mundo se declaraba el fin de las ideologías, en cuanto cada Estado adaptaba la democracia y el capitalismo a sus propios intereses (Ej: autoritarismos competitivos o el modelo japonés), Corea del Norte mantuvo su particular y dictatorial línea comunista. Por eso resulta curioso que la reciente muerte de Kim Jong-il se dé por las mismas fechas que la de Vaclav Havel, líder checo en las revueltas anticomunistas.

Havel se lo dejo a aquellos que quieran hacer conmemoraciones, debido a que su muerte se dio tiempo después de dejar el poder. Caso contrario con Kim Jong-il, cuyo deceso deja un leve vacío en el poder norcoreano, y por lo tanto ha sido motivo de nerviosismo en el Sistema Internacional. Tanto así, que el día de ayer al anunciarse su muerte, Corea del Norte realizó una de sus frecuentes pruebas balísticas contra su homóloga del sur, práctica frecuente cada vez que se dan desarrollos políticos en ese país. Aunque todo parece indicar que el tercero de los hijos, Kim Jong-un, será el sucesor en la dinastía Kim, el rumbo que tome este país bajo su mando es incierto.

A diferencia de su padre, Kim Jong-un no ha tenido el mismo bagaje en materia de política y de mantener el culto a la personalidad que parece ser el cemento que sostiene a este régimen paranoide de más de 60 años. Tal culto hace que la población norcoreana llore a borbotones y de forma patética cada vez que muere uno de sus líderes (que las lágrimas sean reales o no es otro asunto), que se convenzan de la divinidad de éstos, y por ende aguanten hasta las hambrunas más feroces. Pero la inexperiencia de Kim Jong-un y su prolongada estadía en escuelas extranjeras puede romper con el culto juche, o incluso complicar situaciones más prosaicas como mantener el balance de poder en las pugnas internas entre el ejército, el Partido de los Trabajadores y el gabinete ministerial [1].


Porque lo realmente complicado de esta inestabilidad es la tradición nuclear de Corea del Norte, cuya necesidad ha sido ratificada al interior debido a las invasiones realizadas en pro de la democracia en las últimas décadas, de hecho, ya existen planes idealistas que hablan de la “liberación de Corea del Norte”. Posiblemente, el arsenal coreano no sea tan numeroso y/o poderoso como el de Estados Unidos, y Corea del Norte tiene mayores probabilidades de quedar más maltrecha luego de un enfrentamiento nuclear, pero hoy en día aún el costo de una guerra de este tipo sigue siendo concebido como mayor que sus posibles beneficios. Fuera de eso, pese a sus peculiaridades Corea del Norte sigue siendo una aliada invaluable de su vecina China, más ahora que la ASEAN y otros actores asiáticos han dado pie a que EEUU entre al balance de poder de la zona [2]. Por lo tanto, un enfrentamiento de este tipo bien podría llamar la atención del gigante amarillo y desembocar en la tan temida 3ra Guerra Mundial. Sin embargo, subsiste la pregunta: ¿quién queda a cargo del arsenal nuclear en la península de la tranquila mañana?

No obstante, otras de las dificultades resultantes del culto a la personalidad de los Kim y el encierro de Corea del Norte hacen difícil la posibilidad de una salida pacífica de la tensión existente. En cuanto al encierro no se puede hablar de una política de contención hacia este país debido a que no hay expansión que contener. Por otra parte, las muestras de soft power, como la reciente ayuda alimentaria que se estaba negociando hasta la semana pasada, la cual no sólo incluye provisiones como tal sino asistencia humana a la buena alimentación de los norcoreanos, suelen ser vistas con sospecha, y en más de una ocasión suelen ser retractadas una vez recibidas las ayudas. A diferencia del caso alemán, los norcoreanos no saben mayor cosa de la vida en un país capitalista, y a su vez los surcoreanos se muestran cada vez más apáticos ante la situación de sus vecinos y la posibilidad de una reunificación.

Una vez pasados los once días de duelo oficial, sabremos (o más bien se nos notificará) sobre el nuevo mando en Corea del Norte. Si bien este país no se quiso adaptar a la victoria acaecida en la Guerra Fría, no deja por ello de ser una muestra de dos posibles escenarios: que efectivamente no estamos en un mundo unipolar al estar surgiendo cada vez más competidores por el poder, o por el contrario, de estar en un mundo unipolar, éste no trae estabilidad sino una tensa calma aún más incierta que la existente en la antigua bipolaridad.

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