Yo sé que es domingo por la noche y preferirían pensar en cosas relajantes y poco densas, y no en reclamos históricos que usan todo tipo de discursos, de ser posible los que más apelen a la emocionalidad de las partes. Una de las cosas curiosas de ser latinoamericano es que cada tanto nos hacen llamados a la unidad subcontinental frente a ciertos aspectos históricos bajo una retórica de víctimas, sin tener en cuenta que muchas veces esa lógica tiene un fuerte legado de la conquista española que suele ser la mayor adversaria de quienes hacen el llamado. Y el ejemplo más reciente es el reavivamiento del caso Malvinas.
Traigo esta herencia a colación porque el choque entre dos tradiciones explica muy bien el por qué no se llega a un acuerdo entre el Reino Unido y Argentina. Un documento de gran volumen y de gran peso sobre nuestras consciencias fue el Código de Indias, el cual explica en buena parte nuestra fe ciega en el legalismo, así muchas veces las leyes no coincidan con la realidad. Tampoco es de descartar, sobre todo para este caso en particular, el Tratado de Tordesillas, bajo el cual una bula papal repartió el Nuevo Mundo entre los imperios Español y Portugués. Es ese tratado el que dio pie al reclamo de los independentistas platenses sobre las islas, al ser las de mayor proximidad con el antiguo Virreinato de la Plata, y por lo tanto parte del Imperio Español que pasaba a ser de su territorio.
Pero ese tratado tuvo más repercusiones que la colonización de las dos mayores potencias de la época. Potencias emergentes como Gran Bretaña no vieron esto con buenos ojos al querer participar en la repartija, y por ello se zafaron del mandato papal (el anglicanismo no fue precisamente un renacer espiritual), y aplicaron una política exterior en principio amoral que burlonamente llaman algunos la ley “Piratas del Caribe”, en la cual las tierras eran de aquellos que tomaran posesión de ellas, así fuera a sangre y fuego. Política exterior británica que se mantuvo hasta la Guerra de los Boer en la actual Sudáfrica que finalizó en 1902. Bajo esa idea los británicos tomaron las Malvinas en 1765, y luego de un abandono las retomaron en 1833 cuando los argentinos enviaran a un gobernador francés en su nombre. El 2 de abril de 1982 los argentinos tomaron la tónica británica bajo la Junta Militar dirigida por Leopoldo Galtieri, y ya vimos como eso les salió muy mal.
Esta patada de ahogado que les significó a los militares australes el retorno a la democracia no fue una jugada al azar, aunque al parecer su implementación sí. No hay mejor manera de formar un Estado que teniendo una meta en común, aún más si esta representa la presencia de un enemigo. Los reclamos sobre las islas por parte de los argentinos fueron pocos durante el siglo XIX debido en buena parte a que la consolidación del Estado Argentino no culminó en la parte continental hasta 1881. Sin embargo, como todo estado latinoamericano, Argentina sigue siendo un estado coloidal, y está convencida de que su unificación final se dará con la posesión de éstas islas.
Ahora que la actual Presidenta Cristina Fernández (de Kirchner, por supuesto) ha vuelto a pronunciarse sobre el tema luego de una incapacidad de 20 días, las declaraciones calurosas se han dado nuevamente, donde los argentinos llaman imperialistas a los británicos, y éstos de vuelta los llaman colonialistas. Una muestra de esa unidad argentina es que representantes de partidos no-gobiernistas como el ex presidente Alfonsín (quien recibiera el gobierno de los militares) se unieran en torno a recibir apoyo mundial frente a esta causa. Así mismo, el gobierno de Fernández ha recibido el apoyo de gobiernos centroamericanos en lo que es presentado como un reclamo pacífico y pegado a la ley.
Actualmente el Reino Unido ha cambiado la doctrina de su política exterior, la cual se pega ahora a los principios wilsonianos expuesto entre 1918 y 1919, cuando empezó el declive de su imperio. O por lo menos eso parece en este caso, ya que los británicos hacen un llamado a la libre autodeterminación de los pueblos, a sabiendas que entre ser independientes, argentinos o británicos, los kelpers la tienen clara. Llamado que es respondido por las islas del Caribe, ni más ni menos, al ser varias de éstas aún protectorados británicos o haber logrado su independencia de ese modo (aunque siendo parte de la Commonwealth). Sumado a esto hay indicios de recursos energéticos en las Malvinas, no hay riesgo alguno de que pasen a otra jurisdicción.
Y es que ahí está el meollo, el gobierno argentino vuelve a estar en una debacle y da la impresión de necesitar nuevamente el histórico distractor, incluso sus vecinos del Mercosur y Chile que dicen apoyar el bloqueo portuario a los barcos con la bandera de las Malvinas, expedido hace dos años por Argentina, logran darle la vuelta a ese apoyo con las tretas propias que los navíos británicos implementan desde su surgimiento [1]. Argentina confía ahora en que el derecho le va a dar la razón, al parecer olvidando que no existe autoridad central que lo respalde, y que el Reino Unido sigue teniendo una mayor capacidad para hacerlo respetar u obviarlo.
Claro, los resentimientos por el viejo colonialismos captan la atención, más cuando son inflamados al ser presentados bajo la definición de imperialismo inspirada en los discípulos de Marx (así éste no lo viera con malos ojos). Pero si entendemos el imperialismo desde una perspectiva menos emperifollada, como la acción de todo estado en pro de alterar el statu quo a su favor, y siendo este último la distribución de poder establecida desde la última guerra, vale preguntarse: ¿quién es el imperialista? A todas luces la torpeza militar argentina ratificó el statu quo en 1982.
No digo que las cosas no puedan cambiar, pero no le tengo fe a que eso se dé por unas simples leyes sin el respaldo de un poder real, y tal vez Argentina deba considerar otras maneras de crear sentido de pertenencia, tal vez asegurando un verdadero bienestar a sus habitantes. Con esto dicho, por lo pronto esto será lo que veamos cuando lleguemos a las Malvinas:
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