A veces observar al Sistema Internacional puede tornarse iterativo porque así uno intente ver cosas nuevas, ciertos actores se hacen recurrentes. A veces también uno tiene las cosas tan en frente que no se da cuenta de ellas. Digo esto porque hace poco hice un artículo sobre Irán, y una vez más este país está colmando las primeras planas de todos los medios que reviso, especialmente debido a que su Presidente Mahmoud Ahmadinejad está haciendo una gira aquí mismo en Latinoamérica. Esto de por sí no es nuevo, hace un par de años el dirigente iraní realizó una gira similar, pero de todas formas es interesante ver los posibles escenarios de estas giras.
Al igual que el Pacífico, África y ciertos sectores de Asia, Latinoamérica y el Caribe hacen parte de los tableros de ajedrez donde se juegan ciertas fichas del mencionado sistema. El hecho que Ahmadinejad visite Venezuela, Nicaragua, Ecuador, Cuba y Guatemala por estos días deja entrever ciertas cosas que algunos podrán desestimar aludiendo supuestos problemas mentales de los líderes de estos países, o por otra parte se dejan llevar por un agudo sentimiento de paranoia. De la misma manera, propongo dos posibles motivaciones para tal gira: una es que Irán está reforzando su posición como potencia emergente al buscar aliados, la otra es que busca solidaridad en sus recientes debacles internacionales (o ambas, no son excluyentes).
El continente americano en su totalidad ha sido visto desde hace tiempo como la zona de influencia natural de Estados Unidos al ser la única potencia dentro de éste. Pero una mirada siquiera que raspe la superficie dará cuenta que esto no es tan cierto por lo menos en los últimos 50 años, cuando en la primera fase de la Guerra Fría Cuba entró a la órbita soviética y se dio la Crisis de los Misiles, y luego en la segunda fase Nicaragua se alejó de EEUU con la Revolución Sandinista. La política estadounidense para hacer frente a esta amenaza en su región fue apoyar grupos contrainsurgentes y fuertes dictaduras para evitar que el comunismo se propagara, y las acciones de estos grupos fueron en algunos casos tan macabras que aún causan resentimiento.
Actualmente no hay Unión Soviética que apoye a estos países disidentes, y el comunismo dejó hace rato de ser el enemigo, por ello es que aún si más países latinoamericanos muestran simpatía o adhesión a la vieja retórica son vistos como simples molestias menores, como es el caso de Venezuela. Por consiguiente, es apenas natural que estos países latinoamericanos integren el ALBA junto con otros cuyo valor en común es el hacerle frente a EEUU de manera abierta, cosa que los pone en liga con Irán, así la pelea de este país con la potencia norteamericana sea por otras motivaciones.
La pregunta acá es qué tanto puede lograr la coalición de esto países en contra de lo que llaman el “imperialismo yankee” más allá de un mero gesto simbólico. Irán está sujeto a varias sanciones económicas, y su reticencia a ceder en el Estrecho de Ormuz y en sus pruebas nucleares le vaticina un camino rocoso en días venideros. Del mismo modo, Venezuela tiene sanciones económicas aunque la mayor parte de su producción petrolífera sigue siendo consumida por su rival declarado [1], Nicaragua está entre los países más pobres de la región, y a Cuba le siguen manteniendo el bloqueo. Evidentemente, no es mucho el contrapeso que logra esta alianza, sumado a que ninguno de los otros miembros del ALBA califica como potencia regional.
En ese orden de ideas, es curioso que en esta gira se dejara por fuera a Brasil, país latinoamericano que sí podría causar un desbalance significativo en la región. Ahmadinejad visitó al país carioca en la gira pasada cuando era gobernado por Lula da Silva, y se argumenta que bajo el perfil más pragmático de la actual Presidenta Dilma Roussef, ya no es tan conveniente dejarse ver con el nuevo leproso del sistema. Mi sospecha va más por la continuación de la expansión de la influencia brasilera en su propia región, muy en línea con la política exterior del gobierno anterior, y meter a otro marañón en la competencia.
No obstante, como todo delirio tiene cierta raíz en la realidad, hay que mirar que causa la paranoia o por lo menos el malestar de esta visita por nuestras tierras. Pueda que en un futuro inmediato esta variopinta coalición no pueda causar mayores líos en el corto plazo, pero sí puede corroer lentamente una esfera de influencia que muchas veces se da por sentada. Más aún cuando los temores no son tanto por una guerra frontal sino por el apoyo del nuevo enemigo, el aún más intangible terrorismo, de lo cual se acusa por lo menos a Chávez desde hace un buen tiempo desde aquí. Y como se trata precisamente de algo intangible, o “líquido” he notado que dicen ciertos autores, es algo que si bien toma tiempo, es fácil de esconder y hacer que cause molestias.
Latinoamérica reclama un trato de “adulto”, que además está en larga espera, pero sus fracciones internas hacen que no pierda ese estatus de tablero de juegos. Viviremos el proceso que nos toque vivir, pero por lo pronto como buen ajedrez o Risk en curso aún estamos muy a merced de quienes quieren mover todas las fichas.
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