Hace unos días me pidieron que
realizara una reflexión sobre la globalización, para poder clasificar como
monitor de esta materia. He aquí el resultado, como siempre muy teórico de mi
parte, que lo disfruten:
Cada vez que se habla de
globalización, pareciese que se hace referencia a grandes corporaciones,
protestas en varias ciudades del mundo (predominantemente las de países
occidentales industrializados), y se muestra alguna tribu remota. Esto por lo
menos en cuanto a imágenes, mientras que los comentarios sobre la globalización
habitualmente la presentan como un fenómeno netamente económico, e incluso
documentos académicos han tomado esta línea de argumentación.
Esta subordinación de los
fenómenos sociales al campo económico pareciese ser la máxima de los tiempos actuales.
Tanto es así, que si bien por un lado se considera que todo está sujeto a las
leyes de la oferta y la demanda, por el otro todas las grandes decisiones se
dan basadas en fundamentos económicos. Podría decirse que es la victoria de la
concepción del homo oeconomicus.
No obstante, al desconocer otros
aspectos de las relaciones sociales, y por lo tanto de las Relaciones
Internacionales, es difícil observar lo que sucede “tras bastidores” de esta
retórica económica. Es por ello, que este documento estará principalmente basado
en la teoría transformalista de la globalización, la cual sostiene que dicho
fenómeno produce cambios en todos los aspectos sociales: política, instituciones,
economía, gobernabilidad, etc. (Martin, 2002, p. 48).
Esto se visibiliza desde la
última declaración del “Fin de la historia”
[1] una
vez terminada la Guerra Fría, donde cundió el optimismo por la victoria de los
valores occidentales sobre los soviéticos, pero a la vez salieron a flote
varios procesos que anteriormente eran obviados al estar la atención puesta en
el choque entre las dos superpotencias (Huntington, 2005, p. 23). El principal
de estos procesos es la percibida erosión de la figura del Estado-Nación, y la
creciente nebulosidad de los asuntos internos y externos (Martin, 2002, p. 50).
Entonces vale la pena preguntarse
¿qué viene después? Es difícil imaginarse con las tendencias actuales que
realmente se dé una sociedad global con una autoridad central difusa o ninguna
autoridad. Esto si se tiene en cuenta el hecho de que la seguridad y las
amenazas parten de supuestos más intangibles desde el 9/11 y las condenas al
terrorismo, además, la presencia de otro tipo de redes criminales como el
crimen organizado, permite pensar que los individuos de todos modos van a
buscar alguna forma de orden y protección. Precisamente se descarta la
posibilidad de que se dé ese gobierno mundial, porque como bien lo explica el
psicoanálisis, los seres humanos buscan asociarse para protegerse unos a otros,
pero así mismo sienten una aversión mutua que hace que las comunidades
políticas sean limitadas (Schuett, 2010, p. 144).
Así entonces, se podría dar una
nueva forma de comunidad política luego del declive del Estado-Nación, que se
adapte mejor a los procesos que se vienen dando dentro de la globalización. De
hecho, visto desde una perspectiva académica, el reto está ahora en comprender cómo
se darán las interacciones de poder entre estas nuevas comunidades políticas,
ya que “nada milita en la posición realista contra la suposición de que la
división del mundo político actual […] sea remplazado por unidades con un
carácter bastante diferente, más en pro de mantener las potencialidades
técnicas y requerimientos morales del mundo contemporáneo” (Morgenthau, 1961,
p. 10). En ese espíritu académico, se podrían designar a estas comunidades políticas
como Unidades Políticas Máximas (UPM).
Un posible atisbo de lo que
serían estas nuevas UPM es uno de los estandartes más visibles de la
globalización, la Unión Europea. El hecho de que varios Estados-Nación fundan
sus intereses en una sola institución que los represente ante el sistema
internacional, es un indicio bastante relevante de la consolidación de la nueva
UPM. En esa misma línea de ideas, el hecho de que esta unión se haya dado bajo
lineamientos económicos es una muestra de cómo la economía ha ocupado toda la
atención como se denunció al inicio, y de cómo detrás de ésta hay motivaciones
de poder.
Ya desde antes del colapso de la
Unión Soviética, Edward Luttwak (1998) advertía cómo las relaciones comerciales
a inicios de la década de 1990 muestran características propias de una lógica
de guerra, al quedar relegado a un segundo plano el poderío militar (p. 125). Esta
visión que él llama geoeconomía, puede considerarse el instrumento principal
que tienen desde ya las nuevas UPM como medio de interacción de poder. Baste
ver como la “Tragedia Griega”, una crisis de carácter económico, ha dado pie a
la promoción de medidas que le restan poder y soberanía a los Estados-Nación
europeos, mientras en un curioso balance de poder aumenta el de la UE.
Y este empleo de la geoeconomía
no se limita al Viejo Continente. El impulso comercial chino, las competencias
por devaluar las principales monedas, la difusión de Tratados de Libre Comercio
cuyas negociaciones no siempre parten de un principio de igualdad, y otros
eventos que en principio ocupan la sección económica de los medios noticiosos
requieren de un análisis más fino que un simple intercambio de bienes escasos.
La pérdida de territorialidad hace que las diversas políticas y crisis
económicas sean aprovechadas dentro de la globalización por aquellos que buscan
ganar poder por métodos distintos a las tradicionales conquistas militares de
antaño.
Finalmente, tomando en cuenta el
factor social de la globalización, este también ha sufrido varias modificaciones
debido a la aparición nuevos recursos y nuevas identidades. Desde la Guerra de
los Balcanes, a la serie de movilizaciones a las que se les llamó la Primavera
Árabe, pasando por el genocidio en Ruanda, todos estos sucesos tuvieron su base
en la identificación con algún grupo étnico, y la difusión de ellos se ha dado
gracias a los avances en tecnología de telecomunicación.
Bosnios, hutus, chiís y demás
etnias ratifican la premisa de que “en el mundo de la post-guerra fría, las
distinciones más importantes entre los pueblos no son ideológicas, políticas ni
económicas; son culturales” (Huntington, 2005, p. 22). Esto sumado a la alta
difusión lograda por el internet, más el tráfico humano legal o ilegal,
contribuye al proceso de desterritorialización mencionado anteriormente. Al
tener mayor fidelidad con una etnia o una cultura (real o inventada en algunos
casos), los individuos ya no se identifican con una zona geográfica delimitada
sino con un concepto intangible, haciendo que ciertos límites políticos sean meras
formalidades.
En suma, en este periodo de
transición al que se le ha denominado “Globalización”, presenta por lo menos
tres desafíos puntuales: la creación de nuevas UPM, y su posible
desenvolvimiento en el escenario internacional; el uso de la economía como un
instrumento (o arma) para adquirir poder; y las alianzas culturales
transfronterizas. En sí, todo el fenómeno es un reto para ser analizado, y que
para tal fin debe verse más allá de sus mareantes imágenes.
REFERENCIAS
Huntington, Samuel P. (2005). El
choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial (1ra ed.).
España: Paidós.
Kissinger, Henry. (2001). La
diplomacia (2da ed.). México, DF: Fondo de Cultura Económica.
Luttwak, Edward N. (1998). From Geopolitics to
Geo-Economics: Logic of Conflict, Grammar of Commerce. The Geopolitics
Reader (1ra ed., pp. 125 – 130). Nueva York: Routledge.
Martin, Carlos D. (2002). Las
transformaciones del escenario internacional. Fasoc, 17(Enero - Febrero), 43 – 58.
Morgenthau, Hans J. (1961). Politics Among
Nations. The struggle for power and peace (3ra ed.). Nueva York: Alfred A.
Knopf Inc.
Schuett, Robert. (2010). Political Realism,
Freud and Human Nature in International Relations. The Resurrection of the
Realist Man (1ra ed.). Nueva York: Palgrave McMillan.