jueves, 5 de enero de 2012

Entre Europa y Asia

Hace poco me terminé de leer El choque de civilizaciones de Samuel Huntington, que si bien su contenido es discutible y su retórica un tanto encendida, no deja de tener algunos aciertos, o por lo menos es un buen lente para observar ciertos acontecimientos recientes. En particular me refiero a que el pasado diciembre la Cámara Baja de Francia aprobó una ley que criminaliza la negación del genocidio armenio a manos de turcos otomanos en 1915. Por supuesto, Turquía que nunca ha reconocido tal hecho ha cortado relaciones diplomáticas con los galos.

Algunos celebrarán esta ley francesa por su corte humanista, y concordarán con el Presidente Sarkozy en sus alegatos sobre los derechos humanos que respaldan tal ley. Si bien la medida puede ser loable, la verdad no encuentro tan convincente el discurso redentor tras esta ley, y más bien me da la impresión de que la intención tras esta ley es empezar a deshacerse un país al parecer molesto para el proyecto integracionista europeo. Turquía ha venido solicitando membrecía completa desde 1987 en la Comunidad Europea (actual Unión Europea), y mientras que otros países la solicitaron luego y se les ha concedido (Último caso: Croacia), esta es la hora que le hacen el quite a su solicitud.

Turquía es, en mi concepto, el mejor ejemplo de una zona de paso, desde su arquitectura se nota la confluencia de varias culturas, y su geografía e historia no aclaran si efectivamente se trata de un país europeo o el lado más saliente del oeste de Asia. Pero si seguimos con los argumentos de Huntington, el mayor contra del ingreso de Turquía a la UE es su adhesión a la religión musulmana, a pesar de ser el país de esta fe que mejor ha sabido adaptar el modelo político occidental desde las reformas kemalistas en la década de 1920. Como bien lo dijo Jacques Delors, la Unión Europea es un club cristiano, el cual por eso se extiende incluso a países ortodoxos como Grecia ("la cuna de la civilización"), que si bien Huntington los pone en una civilización aparte logró percibir que serían el dolor de cabeza dentro de la UE.

Aun dejando aparte el análisis civilizacional, es de tener en cuenta al respecto de los países ortodoxos que algunos de estos fueron en algún momento parte del Imperio Otomano y aún persisten ciertos resentimientos. Grecia aún mira con sospecha a su vecino del Mar Egeo, y Turquía sigue siendo el único país que reconoce a Chipre Oriental como Estado causando malestar en esta isla miembro de la UE. Fuera de eso y de la UE, Israel ha puesto sobre la mesa el reconocimiento del genocidio armenio de 1915, y no sobra recordar el reciente incidente diplomático entre estos dos países debido a la Flotilla de la Libertad como para notar cierta intención de aislar a Ankara.

Es muy probable que Francia se haya tomado el trabajo entre los demás países europeos para hacerle esta afrenta a Turquía debido a varias condiciones que le facilitan tal jugada: en primer lugar, se trata de uno de los estados centrales de la UE, y de haber sido Alemania la de esta iniciativa, la amplia diáspora turca dentro de ese país podría causarles amplios conflictos internos a los teutones; en segundo lugar, está su discurso de “Libertad, Igualdad y Fraternidad” que da el trasfondo necesario para hacer creíble el humanitarismo tras la nueva ley; en tercer lugar, ganarse a Armenia ayuda a Europa en el balance de poder que se está dando en la conflictiva región del Cáucaso, y finalmente, Francia es el estado europeo que más ha avanzado políticas anti-musulmanas como la prohibición del burqa, posiblemente debido a sus aún patentes conflictos con Argelia.

Precisamente la clave para Turquía sea Argelia, pero no en acusar a los franceses de sus masacres en el país norafricano, aunque ya que mencioné Croacia también es curioso su admisión a pesar del caso Krajina. No, ahora que Turquía está bajo el mando de Recep Tayyip Erdoğan ha tenido una mirada más inclinada hacia Asia y el mundo árabe, y un argumento de Huntington que permanece vigente es que el Islam todavía no tiene una potencia central que lo guíe, y Turquía es un candidato muy apto para tal posición. No sólo debido a su ascenso económico sino además su posición geográfica que sirve de puente a la mayoría de los países musulmanes desde el Magreb hasta Asia Central, y su proximidad con Europa y sus métodos le da cierta ventaja frente a Irán o Arabia Saudí para poner en jaque al Viejo Continente sin necesidad de verse frontalmente amenazante.

Sea por razones culturales o simple geoestrategia, la cuestión entre Europa y Turquía va a seguir siendo tensa, por lo menos dentro del campo de lo previsible. Si Francia y el resto de la UE sigue haciéndole el quite a ciertos países clave, tendrá que prepararse ya no sólo para lidiar sus crisis internas, sino a los eventuales bloqueos que puedan venir de las zonas de influencia inmediatas. Aunque todo genocidio y masacre es condenable, los altos ideales no alcanzan para lidiar con los resentimientos que perduran entre las civilizaciones.

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