La batalla ideológica se habrá
ganado, eso nadie lo duda, pero nadie derrotó definitivamente a Rusia. No quiero
dar un mensaje exagerado y altisonante como lo hace el precandidato republicano
Mitt Romney, al afirmar que es el enemigo no. 1 de Estados Unidos y por lo
tanto de Occidente (y cuando no, Romney le bota la pelota a China). Pero
también sería exagerado pensar que Rusia de buenas a primeras va a renunciar a
sus ancestrales planes imperiales.
Y es apenas lógico que la Gran
Madre busque siquiera controlar su patio trasero, y que prenda alarmas cuando
se vea cercada por EEUU en un vecindario de por sí difícil, no se puede esperar
que simplemente acepte a su otrora rival ideológico y sus valores “universales”
como algunos ingenuos esperan. Claro, Rusia no tiene la fuerza de épocas
anteriores, y por eso se ha valido de su astucia para llevar a cabo ciertas
manipulaciones para avanzar sus intereses de controlar la zona; el veto a las
intervenciones a Siria y sanciones a Irán, dejarle el fardo de Afganistán a
fuerzas occidentales, y el aprovechar estas incursiones para infundir miedo a
sus territorios en Asia Central.
Este último punto es de vital
importancia, ya que el acceso de las fuerzas de la OTAN a esta zona debe pasar
por espacio aéreo ruso, y abastecerse en los países de Asia Central debido al
cierre de la línea de abastecimiento vía Pakistán. Eso le da una excelente
capacidad de maniobra a Rusia, la cual en base a la Organización del Tratado dela Seguridad Colectiva (OTSC), del cual son miembros Uzbekistán, Tayikistán y
Kirguistán, podría bloquear los avances de los occidentales en esa zona. Más
aún, si se tiene en cuenta que nuevamente existen tensiones entre la OTAN y
Rusia, dándole una buena posibilidad de apalancamiento a la potencia ártica.
Sumado a esto, los cuatro países
de Asia Central tienen sus propios motivos para hacerle el quite al ser parte
del corredor a Afganistán, llamado por sus artífices Red Norte de Distribución
(NDN por sus siglas en inglés). Turkmenistán no es parte de la OTSC, pero es
oficialmente un Estado neutral, y por lo tanto no querrá verse envuelto en
acciones con potencialidad bélica. En el caso de Uzbekistán, que ha sido de los
más dispuestos a colaborar con EEUU, muestra ya cierta reticencia a cooperar
con esta causa y hay indicios de que usa el NDN para su propio beneficio. En cuanto
a Tayikistán, sus motivos tienen que ver más con un rival actual que uno
pasado: Irán, país que no sólo es su segundo inversionista después de China,
sino que además comparten vínculos culturales y una historia de 2500 años.
Aquí el eslabón roto es
Kirguistán. Por un lado, tiene en vilo a los dirigentes de Rusia al amenazar en
quitar la base aérea que dicho país tiene en la ciudad de Kant, y dejar en el
aire el acuerdo de desmantelar la base estadounidense en Manas. Por otro lado, está
buscando dejar a un lado su dependencia al petróleo refinado de Rusia, y ya
intenta hacer negocios con otros de sus antiguos compañeros soviéticos, como
Azerbaiyán (que se encuentra en plena curva ascendente), para dejar a un lado
tal dependencia. Tal parece que Kirguistán le apuesta a las necesidades de las
potencias en disputa para avanzar sus propios intereses, pero debe cuidarse de
jugar con fuego y terminar quemado, porque comparte la queja común de sus
vecinos en que no obtienen mayores o ninguna contraprestación por parte de las
potencias.
Sin embargo, tiene Rusia tiene
las de ganar contra estos estados tapón, de sublevarse estos contra su antigua
matrona. El único periplo no contemplado aquí es que un estado tapón funciona
de manera bidireccional, y si Rusia no juega bien sus cartas, el alebrestado
Kirguistán podría querer entrar al círculo de influencia chino que está sólo a
un paso. Por su parte Occidente, y en especial EEUU, debe recordar que de
buenas intenciones está pavimentado el camino al infierno, y que no todos creen
en la universalidad de sus valores. Quien juegue mejor esta zona del tablero se
llevará una ventaja comparativa enorme.
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