Si no se ha caído en cuenta de
que la autosatisfacción de la post-guerra fría ya no tiene mayor sustento
lógico, debe ser porque aún se guarda una tenue esperanza. Pero luego del
fallido lanzamiento norcoreano, una vez revivimos los gélidos temores al ver
que India tuvo una prueba exitosa con el misil nuclear de largo alcance Agni-V.
Ya no es sólo su principal rival, Pakistán, quien debe preocuparse por el
poderío nuclear de su vecino, ya que este tipo de misil lograría llegar hasta
Europa Oriental, y más preocupante aún, buena parte del territorio chino.
A pesar de la supuesta
integración de los BRICS, que lo único que los une es el interés por subvertir
la hegemonía occidental dentro del sistema internacional, el temor es que se
revivan viejas confrontaciones territoriales entre los gigantes asiáticos,
además de aquella por el control de la hegemonía regional. Pero una vez más,
seré yo quien diga que no vale la pena tanto alboroto, aunque es necesario
estar pendientes de este tipo de avances. A la hora del té (chiste
intencionado), India simplemente está respondiendo al viejo principio de
balance de poder.
India podrá haber desarrollado
este tipo de misiles, pero aún está colgada en este respecto frente a sus dos
rivales. Los misiles Agni-V no serán incorporados en el arsenal indio sino
dentro de un par de años, y su capacidad de vuelo es todavía dudosa [1]. De aquí
se podría inferir entonces, que si India ha llegado a tener la capacidad para
un primer ataque, o en otro caso, capacidad de retaliación ante un primer
ataque, se pone en duda su capacidad para un segundo ataque o una continuación,
lo cual la sigue dejando en una posición débil ante un choque nuclear.
No por nada, China se ha
manifestado de forma despectiva, o por lo menos deferente, ante este logro de
la balística nuclear india. No sólo aduce a la precariedad de estos misiles,
sino al hecho de que India no tiene cómo respaldar estos ataques con otro tipo
de material bélico, porque contrario a lo que se piense, no basta únicamente
con armas de alto nivel destructivo sino hay como controlar ese territorio. De hecho,
India ha intentado corregir este defecto al aumentar su presupuesto para defensa, precisamente preocupada por el aumento de gasto en ese campo por parte
del Reino Medio.
En este nuevo gasto, parece que
India le apuesta a ser una potencia naval, lo cual parece será relevante en la
pugna asiática si se tienen en cuenta las tensiones por el Mar de China
Meridional. No por nada, China también le apuesta a la creación de una armada
naval más fuerte, aunque bajo serias dudas. Acá también debe resaltarse el hecho
de que China es una potencia terrestre, y aunque persiste el debate, después de
la larga influencia anglosajona en el sistema internacional se mantiene la idea
de que es más fuerte el poder naval. Por lo tanto, no se descarta la idea de
que India busque cercar por mar a la ya rodeada China.
Fuera de eso, en el campo del
soft power, China bien podría estar “cañando” al despreciar los avances
nucleares de su rival sureño. Porque contrario a lo que podría suponerse con su
vertiginoso ascenso, China aún despierta desconfianza en la región, y mantiene
a su interior las relaciones de desconfianza frente a sus vecinos. Por lo
tanto, India puede ganar adeptos al mostrar una cara diplomática más amable, y
también cercar por ahí al objeto de sus temores, tanto dentro como fuera del continente.
En suma, este lanzamiento no es
preocupante… por ahora. La lógica del balance de poder despierta obvios temores
de una escalada asimétrica, y no se puede pensar que China aceptará pasivamente
estos retos. Acá cabe esperar que se dé el patrón existente sobre las escaladas
nucleares, donde estas armas confieren más el poder de una verdadera no
intervención, y no tanto el crecimiento de impulsos guerreristas. Por lo tanto,
hoy es un buen momento para repasar todos nuestros libros de Kahn y Schelling
de la Guerra Fría, para poder así comprender mejor entender las relaciones en
Oriente Lejano.