Una vez más es temporada de
cumbres en el mundo, los medios noticiosos se llenan de informes sobre los
primeros mandatarios de las principales potencias globales, particularmente de
los datos “picantes”, a la vez que la audiencia se llena de expectativas que no
se ven cumplidas ya sea por la lentitud propia de los procesos políticos, o por
una simple falta de voluntad. Aunque el muy publicitado choque en Siria no ha
logrado acuerdo alguno entre las potencias, es de notar que los presidentes de
Rusia, Francia y Estados Unidos mostraron un consenso frente un alto al fuego en
la región de Nagorno-Karabaj.
Éste es un conflicto territorial
que lleva ya 20 años desde la independencia de Armenia y Azerbaiyán de la
antigua URSS. Y como en todo conflicto, es difícil establecer quién lo inició o
quien tiene la razón. Lo interesante de este choque es el hecho de que se
encuentre en la región del Cáucaso, una de las regiones de paso clave en el
corazón euroasiático, lo que se demuestra por la cantidad ingente de distintas
etnias que se encuentran ahí, como también por las fronteras actuales que
delimitan al territorio. Es precisamente por estos aspectos que no se puede
darle una solución rápida y sencilla -como las que gustan hoy en día- al
presente conflicto en la zona (que además es uno entre muchos).
Por supuesto, la principal
potencia doliente es Rusia, empezando por el hecho de que estos territorios
fueron parte de su vasto imperio incluso antes de la Revolución Bolchevique. Dado
que tiene a Georgia de por medio, Rusia ha optado por utilizar una estrategia
distinta a la usada en las regiones secesionistas del mencionado país, es
decir, pacificar con tanques propios. Aunque, ciertas declaraciones de
militares rusos estacionados en Armenia no descartan una posible intervención
de agravarse la situación.
Más bien, la estrategia de la
Santa Madre ha sido su viejo truco de “confunde y vencerás”, ya que por un lado,
como ya se vio, prolongó hace un par de años y hasta 2044 un acuerdo bilateral dedefensa con Armenia que hace parte de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva
(OTSC), un amague euroasiático de contrapesar a la OTAN. Por el otro lado,
Moscú sigue vendiéndole armas a Azerbaiyán, quien en un pavoneo ha mostrado
armas de manufactura propia, manteniendo así las dudas y la precaución extrema
en ambos lados del conflicto.
Esta maniobra por parte de los
rusos podría como una especie de offshore
balancing, claro está, teniendo en cuenta que Rusia es una potencia
predominantemente terrestre y no naval. Es por ello que el alcance del poderío
ruso, y sus maniobras se dan en sus inmediaciones, pero no por nada es el país
con mayor extensión en el mundo. Con esto la potencia ártica se pondría del
lado que perciba más débil para desmotivar cualquier ataque por parte de su
rival, forzando la situación a una incómoda posición de tablas hasta que se dé
una negociación real. Esto puede demorar, además que los resentimientos están
candentes, pero una opción idealista de “libre autodeterminación” no es una
opción para el gigante euroasiático, al desembocar esto en la fragmentación
étnica de la parte norte del Cáucaso, la cual está aún bajo su poder.
Ahora bien, ¿qué interés podrá
tener Occidente en la zona como para ponerse del lado de los rusos en este
conflicto en particular? De acuerdo con este artículo, y trayendo a colación la reciente gira de la Secretaria de Estado Hillary Clinton, por lo menos a Estados
Unidos le es más fácil pasarle la papa caliente a Rusia para controlar la zona,
y de esa misma forma ver cómo puede tener ciertos faros no tan intrusivos en
una zona que es de su interés. Recordemos el ligero distanciamiento que ha
tenido con Turquía, y así mismo como Irán está a la vuelta de la esquina. En cierta
forma, es una manera aún más disimulada de llevar a cabo un offshore balancing sin comprometerse
demasiado.
Al parecer, las cosas se
mantendrán en calma por ahora entre Azerbaiyán y Armenia, y también que no ha
habido bajas sustanciales en los últimos encuentros. No obstante, que
Nagorno-Karabaj nos recuerde que incluso en una porción minúscula de territorio
se juegan varios de los intereses de los diversos actores del sistema
internacional, y en consecuencia, la misma estructura del susodicho sistema.
A veces más que en una reunión televisada de mandatarios.