sábado, 12 de mayo de 2012

El interés nacional y la identidad*

*Ya era hora que les presentara alguno de mis trabajos universitarios como solía hacer en mi blog anterior. En este caso me pusieron como condiciones tratar ciertos enfoques teóricos y ciertas lecturas de clase, no obstante creo que logré una vez más acomodar estos no sólo a mi teoría predilecta (y la central a este blog), sino a mi visión particular de las cosas ¿Qué piensan ustedes?

A lo largo de la literatura e investigación en el área de las Relaciones Internacionales se habla del interés nacional, particularmente dentro de la teoría del Realismo y sus varias subdivisiones. Así a grandes rasgos, teóricos clásicos como Hans Morgenthau y Raymond Aron hablan de la acumulación de poder o la supervivencia como el interés nacional de los Estados, aspectos que retomaría Kenneth Waltz en su postulación estructural del neo-realismo.
No obstante, estos términos pueden ser vagos, y si bien pueden explicar qué es lo que hacen los Estados en el sistema internacional, no nos dan buenos referentes de cómo lo hacen. Así por ejemplo en pro de la supervivencia vemos la creación de alianzas entre ciertos Estados específicos, como también acuerdos comerciales y/o diplomáticos, mientras que en otros casos se recurre a la tensión, disuasión o hasta la guerra. ¿Por qué con unos Estados deciden asociarse entre sí, mientras otros luchan entre ellos para aumentar su poder y sobrevivir?
Se podría avanzar aún más esta pregunta al notar que, por ejemplo, Estados Unidos avanza sus intereses en nombre de la libertad y la democracia, Alemania y otros estados europeos en nombre del bienestar civil, Irán basa sus acciones en la doctrina Islámica, y Colombia cambia de política exterior con cada cambio presidencial. Es decir, cada Estado parece presentar o ser percibido con cierto tipo de mejor identidad cuando articula su interés nacional, haciendo que se pueda especificar de una manera mejor que un simple concurso de supervivencia o acumulación de poder.
Por lo tanto, y teniendo en cuenta lo expuesto anteriormente, me propongo argumentar en este trabajo que el interés nacional de un Estado es construido por una identidad nacional, que a su vez responde a la cultura política imperante y tiene una imagen sexuada. Para tal fin me basaré en las teorías sobre cultura política, en la teoría feminista, y en el constructivismo como teoría transversal.
Por un lado, los ejemplos de acción esbozados y las distintas imágenes de algunos Estados que se presentaron en la introducción de este documento, nos muestran que en el sistema internacional no se dan respuestas homogéneas y predecibles, sino al contrario, que existen diversas interpretaciones posibles ante una misma situación o escenario (Dessler & Owen, 2005: 598). Por lo tanto, para poder comprender mejor uno a uno estos casos, es necesario entender cómo se da la identidad de un Estado antes de que éste interactúe con otros, es decir, ver cómo se presenta un Estado a sí mismo.
De esta forma, según Alexander Wendt (1992), lo único que le queda a los Estados para construir su identidad si se les extrae de la interacción con otros Estados es: su aparato organizacional de gobierno, y la preservación o supervivencia de este substrato (aunque no siempre de manera agresiva) (402). De ahí la importancia de tomar en cuenta la cultura política de un determinado Estado, por cuanto le es favorable a éste que su sistema político sea congruente con la cultura política en su interior, al estar en línea con el conocimiento político y el afecto de su población (Almond & Verba, 1992: 185).
En ese orden de ideas, es posible que podamos dilucidar los intereses nacionales de un Estado al establecer la cultura política dentro de éste. Para tal fin, se hace necesario conocer el componente histórico de cada Estado en particular, al darse ahí el proceso de construcción paulatina de la cultura política (Heras, 2002: 189). En aras de evidenciar esto, podemos observar algunos casos particulares, como los sugieren Dessler & Owen (2005: 599), con los cuales podemos establecer la relación.
Un ejemplo bastante visible en la actualidad, es el caso de Estados Unidos. Desde sus inicios, la potencia norteamericana se ha mostrado como el bastión de la libertad y la democracia. Precisamente, la proyección de los intereses nacionales estadounidenses ha estado enmarcada desde un discurso de protección de “El Mundo Libre”, tanto en la escogencia de sus principales aliados, como de sus principales enemigos.
Por lo tanto, vemos como uno de los principales aliados de Estados Unidos es su otrora potencia colonial, el Reino Unido (otra democracia), al igual que otros Estados con regímenes y culturas políticas similares o congruentes. Esto refuerza la idea kantiana de que la paz sólo se puede lograr entre Estados democráticos, a la que se adhieren insistentemente teóricos internacionalistas liberales como Michael Doyle (1983), y cuya versión más agresiva se identifica con la doctrina neoconservadora (Boot, 2004: 24).
Posiblemente, el fallo de Doyle y otros liberales consiste en no identificar que el interés de los Estados autoritarios es mantener su régimen tanto de amenazas internas como externas (Clark, 2001:95), y por ello no exista tanta paz entre ellos como entre los Estados democráticos. Es más, los Estados autoritarios pareciesen ser la personificación extrema de una cultura política particular, que bien podría catalogarse como parroquial de súbdito, ejemplificada por Almond & Verba (1992: 187 – 188), donde se busca más una preservación cultural que una proyección.
Ejemplos visibles y sonoros de la relación entre este tipo de cultura política y los intereses nacionales podrían ser los Estados africanos. Casos como Malí o Sudán, donde se da un secesionismo y construcción de nuevos Estados basados en líneas tribales o religiosas, o choques entre tribus como Ruanda que responden a un modelo parroquial (Almond & Verba, 1992: 181). De hecho, un caso como el ruandés podría verse como el intento de dos culturas en choque en la cual uno de los trofeos es el armazón del Estado, y ambas tribus recibían apoyos de Estados donde gobernaban miembros de algunas de las dos.
Así entonces, podemos ver como los medios de supervivencia dentro del sistema internacional, como también los intereses que en pro de esa supervivencia, están mediados por la cultura específica de cada Estado, o de cada colectividad que aspira a ser un actor internacional, como en los casos africanos. De ahí, que se den intereses en pugna entre distintos Estados, sobre todo en los casos donde tengan culturas incongruentes y/o incompatibles. En especial durante estos tiempos, donde varias de las potencias buscan lograr el objetivo de la paz perpetua, pero sin tener en cuenta la lentitud de los cambios culturales y por eso “los hombres no pueden hacerse democráticos por decreto” (Heras, 2002: 189).
Por otro lado, también hay que mirar los Estados hacia afuera y su interacción con los demás Estados, debido a que la otra parte de la identidad de éstos, y por lo tanto de sus intereses, se da a partir de la interacción (Wendt, 1992: 406). Lo llamativo con este tipo de construcciones de identidad, es que podríamos identificar en determinados discursos ciertas identidades sexuadas[1], dependiendo de la conveniencia o necesidad del momento.
Así por un lado, en momentos históricos donde los intereses nacionales han llevado a los Estados a posiciones belicosas, o por lo menos a demostrar fortaleza, se utiliza un discurso que representa al Estado como un ente con un fuerte componente masculino. Es necesario aclarar en este instante, que con masculino hacemos referencia a la imagen predominante occidental de una masculinidad viril y violenta, la cual usa la violencia para reafirmarse (Blair & Londoño, 2003: 34).
Encontramos así, varios ejemplos lingüísticos de esta representación, principalmente en Occidente, donde el vínculo militar con el Estado tiene este tipo de componente masculino. Desde el griego patris, palabra que viene de “padre” y de la cual se desprende el latín patria que da origen a esa palabra en varios de los idiomas romances, como también la concepción germánica del Vaterland, Vaderland o Fädernesland (es curioso notar aquí como varios países latinoamericanos se refieren a su antigua potencia colonial como “La Madre Patria”).
Una revisión de algunos himnos nacionales nos puede dar luces al respecto de este vínculo viril y guerrero, como por ejemplo México: ¡Guerra, guerra sin tregua al que intente De la patria manchar los blasones! ¡Guerra, guerra! Los patrios pendones En las olas de sangre empapad. También podríamos revisar entonces a unos de los Estados cuya antigua belicosidad aún reverbera en nuestros días, ya que desde su época imperial hasta 1945, las marchas militares alemanas hacen varios llamados a su Vaterland (National Socialist Military Marches, s.f.).
No obstante, la identidad del Estado también puede ser femenina, y en estos casos las imágenes que se crean tienen que ver con el aspecto maternal de este género. Específicamente se nota una reproducción del mito de las “almas bellas”, en el cual las mujeres son “víctimas de violencia mas no actoras de la misma” (Blair & Londoño, 2003: 41). Así bajo esta línea, la concepción femenina del Estado surge cuando este necesita ser defendido de amenazas externas, o justificar su incursión contra sus enemigos, ya que un “alma bella” es sólo una víctima inocente de los aconteceres en el sistema internacional.
Así como el poeta inglés G.K. Chesterton declaraba: “'My country, right or wrong' is a thing no patriot would ever think of saying except in a desperate case. It is like saying 'My mother, drunk or sober.'” (Mother Country Quotes, s.f.) (‘Mi país bien o mal’ es algo que ningún patriota consideraría decir excepto en un caso desesperado. Es como decir ‘mi madre, borracha o sobria’), así mismo se ha propagado la idea de que el Estado del que se es originario es un ser al que debe protegérsele, así éste no sea perfecto.


Imagen de la Madre Patria Rusa
Más diciente aún es el hecho de que en Rusia, país asolado por varias invasiones que sin embargo logra resistir, sus habitantes se refieran a ella como Rodina, palabra que proviene del verbo rodit (dar a luz). En particular esta imagen fue explotada por el régimen soviético, cuya manifestación más visible es la estatua del Llamado de la Madre Patria en Volgogrado, la cual conmemora la batalla de Estalingrado. Por otra parte, una imagen que muestran los Estados Unidos al resto del sistema internacional, también es una estatua de figura femenina, en este caso la Estatua de la Libertad.
Estatua de la Libertad en Nueva York
Precisamente estas imágenes refuerzan el discurso de que las intenciones, y por lo tanto los intereses de dichos Estados son pacíficas, al recurrir a la creencia de la benevolencia innata de las mujeres y de su naturaleza ajena a la guerra (Blair & Londoño, 2003: 47) (esto a pesar de las posturas desafiantes de las estatuas mencionadas). Así pueden justificar estos Estados -que a la vez son o han sido superpotencias- sus acciones en el campo internacional, logrando hacer que sus oponentes sean vistos como los ofensivos y contrarios a la paz.
En suma, hemos podido notar brevemente en esta reseña que la forma, o las formas, en que los Estados llevan a cabo su interés por sobrevivir, el principal interés según varios autores realistas, varía de acuerdo a la cultura política de cada Estado y se presenta bajo una imagen sexuada. Así por ejemplo, si un Estado responde a una cultura política democrática –liberal o popular- es probable que intente expandir su modelo de Estado bajo una figura femenina, mientras que uno autoritario buscará evitar las interferencias externas desde una figura de virilidad; aunque esto no necesariamente constituye una regla.
La intención aquí no es refutar los principios del Realismo, sino complementarlos y darles más sustancia, contribuyendo a la vez al diálogo entre racionalismo y constructivismo, que adelantan autores como Sandra Borda y Samuel Barkin.
REFERENCIAS
Alexander Wendt. (1992). Anarchy is what states make of it. Intenrational Organization, 46(2), 391 – 425.
David Dessler, & John Owen. (2005). Constructivism and the Problem of Explanation: A Review Article. Perspectives on Politics, 3(3), 597 – 610.
E. Blair, & L. Londoño. (2003). Mujeres en Tiempo de Guerra. Universidad de Antioquia.
John F. Clark. (2001). Realism, Neo-Realism and Africa’s International Relations in the Post-Cold War Era. Africa’s Challenge to International Relations Theory (1ra ed., pp. 85 – 102). Nueva York: Palgrave McMillan.
Leticia Heras Gómez. (2002). Cultura Política: el estado del arte contemporáneo. Reflexión Política, (8), 181 – 191.
Max Boot. (2004). Neocons. Foreign Policy, (140), 20 – 28.
Mother Country Quotes. (s. f.). Recuperado a partir de http://thinkexist.com/quotes/with/keyword/mother_country/
Nationalist Socialist Military Marches. (s. f.). Recuperado a partir de http://www.nazi.org.uk/multimedia.htm
Siba N. Grovogui. (2001). Sovereignty in Africa: Quasi-Statehood and Other Myths in International Theory. Africa’s Challenge to International Relations Theory (1ra ed., pp. 29 – 45). Nueva York: Palgrave McMillan.



[1] Aquí hago referencia al sexo y no al género debido a que al ser construcciones sociales los Estados no presentan componentes biológicos que les den tales distinciones, así que en este caso en particular sexo y género serían equivalentes.

viernes, 4 de mayo de 2012

Europa extrema


El auge de la Unión Europea ha sido posiblemente el mayor símbolo del optimismo post-1991, donde se empezó a unificar el mundo y a materializar el concepto de la seguridad civil. De hecho, también se sintió superada toda la vieja historia de guerras entre las distintas organizaciones políticas europeas, y que efectivamente la economía desplazó a la política como la gran reguladora de las actividades humanas a gran escala (ilusión óptica cuyos efectos aún permean las acciones y análisis de este tipo).

Hoy en día, cuando la luna de miel parece terminada en el Viejo Continente, a causa de la economía ni más ni menos, varios de los reclamos que se oyen tienen que ver con el pedido de una mayor voluntad política por parte de los líderes de la UE. Por otra parte pero ligado a ello, también está el temor latente de la reaparición de viejos fantasmas que se creían superados, pero que cada vez cobran más visibilidad. Me refiero a la reaparición de grupos de derecha radical o extrema, o las acciones llevadas a cabo por individuos bajo estas tendencias, como el 18% que obtuvo el Front National con Marinne Le Pen en las pasadas elecciones francesas, o los crímenes perpetrados por Anders Breivik en Noruega.

Antes de meterme de lleno en los temas sobre política internacional, tenía el interés de dedicarme exclusivamente a la teoría política. Dentro de este campo, siempre me ha llamado mucho la atención el lado derecho del espectro político, gusto que para poderlo explicar me tocaría equipararlo con la afición que tienen ciertas personas por las películas de terror y gore. Además, esto me ha traído cierto plus frente a la mayoría de mis compañeros en este campo, ya que prefieren investigar los movimientos sociales de corte izquierdista y/o postmoderno. En este orden de ideas, me parece interesante hacerle un seguimiento a estos grupos, y los impactos que puedan tener en el sistema internacional.

En primer lugar, vale aclarar aquí que no se trata de un resurgimiento de lo que Duverger llamó partidos de masas, que aparecieron a principios del siglo pasado. Es verdad que algunos de estos nuevos partidos extremos muestran simpatías con el fascismo y el nazismo, o se declaran abiertamente neo-nazis o neo-fascistas (sobre todo en Europa Oriental), y sí existen algunos enclaves de este tipo que actúan como entes para-estatales. Pero por otro lado, aquellos que son  más influyentes y se encuentran en Estados clave, bien podría considerárseles una nueva extrema derecha, al haber acomodado su discurso a las nuevas realidades de la política actual (en parte para ganar más popularidad), y presentar algunas particularidades que los distancian de sus predecesores.

De hecho, en este documento que los clasificó como Partidos Extremo-Populistas, PEP (y en el cual he basado buena parte de mi investigación), se puede vislumbrar que una buena parte de ellos tiene un discurso liberal, o incluso neo-liberal, a pesar de las posiciones contrarias al multiculturalismo, y por ahí de paso, a la inmigración, por ello es una posición que yo calificaría como ‘Ultra-liberal’. Precisamente, el discurso contra el multiculturalismo se basa en que éste socava la tradición liberal -tanto social como económica- lograda por Europa, al admitir en su seno culturas contrarias a esta como el Islam o los Roma, como argumentan el Partido de la Libertad de Austria (FPÖ) o el Partido por la Libertad (PVV) en Países Bajos.

No obstante, como su categorización bien lo indica, el eje transversal de los PEP es su carácter populista, y vale aclarar en esta parte que el populismo no es en sí una ideología política sino una práctica política. Según la caracterización hecha por Alain Touraine, el populismo busca proteger una continuidad sociocultural de influencias extranjeras, posee un corte anti-elitista e incluso anti-intelectual, y además busca reactivar un pueblo definido por su esencia y el cual no es una clase sino una comunidad. Precisamente, los PEP han logrado captar el apoyo de sectores de clase media-bajo u obrera de sus respectivos países, quienes temen el colapso de la seguridad civil lograda en Europa tras las guerras. Bien podría pensarse aquí que el liberalismo de algunos de estos partidos no es más que una versión del liberalismo hegeliano -la libertad de la nación y no tanto la del individuo- con esteroides.

Y el rasgo distintivo del populismo de los PEP en cuanto a su anti-elitismo, es la presencia en todos ellos de un marcado euro-escepticismo. Varios de los gobiernos que conforman la UE han tenido que contar con el apoyo de los PEP para poder formar una coalición, y ahora que la solución acordada ha sido un paquete de medidas de austeridad, los PEP se han encargado de hacer colapsar sus respectivos gobiernos por el temor de perder los beneficios de sus votantes, siendo más notorio el caso neerlandés con el PVV.

Y es aquí donde veo yo la conexión con las Relaciones Internacionales. La creciente popularidad de los PEP dentro los Estados de la UE, puede hacer que esta organización internacional termine de colapsar, y en vez de que veamos un nuevo fenómeno en la forma del bloque, tengamos un retroceso a una estructura de Estados ni siquiera decimonónica sino westfaliana. Dudo mucho que se formen los PEP en bloque y aprovechen la infraestructura de la UE para revivir los demonios del siglo XX, debido a que estos partidos han mostrado un carácter más introspectivo y no expansivo como el de sus antecesores. No creo que suceda, o por lo menos no por el momento.

Por otra parte, pueda que Breivik haya sido un lobo solitario en sus acciones, y que varios líderes de los PEP lo hayan repudiado en los medios; pero no se puede descartar de forma tan simple los sentimientos e ideas que motivan este tipo de acciones. Si bien los PEP se mantienen dentro de la legalidad de sus respectivos Estados, el creciente descontento puede llevar a otras manifestaciones violentas y apoyos soterrados, que podrían lograr que la UE colapse no de forma institucional, sino de forma violenta.

Entre más cambian las cosas, más permanecen iguales. Si bien existen similitudes con eventos anteriores en la historia, es necesario también identificar la adaptación de estos fenómenos a las circunstancias actuales. Si bien soy de los que afirma la noción de un regreso al mundo multipolar anterior a la Guerra Fría, tampoco se puede decir que volvamos con las antiguas características, y hay que estar pendiente de las nuevas tendencias que surgen. Así, una vez más Europa nos mostrará si crea una nueva forma de Unidad Política Máxima, o veremos la versión 2.0 de una forma antigua.